Peninsula : Train to Busan 2 – Festival de Sitges 2020 – Crítica – Una decepcionante secuela que ni se acerca a los logros de la original

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En 2016 se estrenó por sorpresa una cinta coreana de zombies que causó auténtico furor. Y no es para menos, ya que nos encontrábamos ante una maravillosa película del género, que cautivó a la mayoría de sus espectadores, siendo un clásico de culto instantáneo. Su título fue Train to Busan, y revolucionó el panorama gracias a una fabulosa dirección, una dramática historia que te mantenía constantemente en tensión y unas escenas que quitaban el hipo. Por cierto, hubo una precuela animada, pero tampoco era nada del otro aquel.

Pues bien, después de un par de años de rumores, por fin se confirmó que iba a haber una segunda entrega de la estupenda Train to Busan, después del enorme éxito de la anterior alrededor del mundo, ya que obviamente los productores de la misma no iban a dejar pasar esta oportunidad de hacer una secuela directa.

Las primeras imágenes y tráilers mostrados hasta el momento hacían presagiar que estaríamos ante un espectáculo como mínimo entretenido e igual de tenso que su predecesora, generando muchas expectativas entre los fans de la primera parte. Lamentablemente, (una vez más) todo ha sido un espejismo, ya que estamos ante una secuela que deja bastante que desear y que poco tiene que ver con lo logrado por la original, siendo un subproducto que es mejor relegar al olvido cuanto antes mejor.

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La verdad es que las críticas cosechadas hasta el momento (bastante negativas) ya indicaban que estábamos ante algo muy inferior, pero tampoco la cinta ha hecho mucho ruido allí donde se ha estrenado (en especial en Corea del Sur), dejando bien claro que estamos ante un producto que se ha hecho con prisas (han tenido tres años…) y con el único objetivo de amasar millones, aunque algo me dice que el experimento les va a salir rana.

Sorprende bastante que el director de la secuela sea el mismo de la infinitamente superior primera parte. Mientras que en aquélla había un ritmo endiablado y se usaba con sabiduría los efectos digitales, aquí hay un abuso de los mismos, con unas bochornosas persecuciones por ordenador que no tienen nada que envidiar a las cinemáticas de cualquier videojuego de los años 90. No veía nada similar desde la desastrosa El sonido del trueno… que ya es decir.

Y es una pena, porque los primeros veinte minutos son más que convincentes (incluido su espléndido prólogo, en la única escena que se asemeja a la película original), así como el primer ataque de los infectados (muy logrado y a mil kilómetros del resto del conjunto), haciéndonos creer que estamos ante una secuela digna, pero pronto todo se derrumba, precisamente en cuanto hacen acto de presencia los mediocres efectos especiales, confirmándonos que estamos ante una producción decididamente cutre y que poco o nada tiene que ver con la propuesta original.

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Y es que uno de los mayores problemas de la cinta es el claro distanciamiento que tiene con la primera parte. Se podría haber llamado de cualquier otra forma, que nadie notaría que es una secuela de Train to Busan, en un claro movimiento de marketing para aprovechar el tirón de la primera entrega, no teniendo nada que ver una con la otra, lo que provocará la confusión y el malestar (por no decir cabreo) de los espectadores que acudan engañados al visionado de un film que jamás debería haberse aprovechado tan vilmente de la marca.

Los guionistas (uno de ellos el director) son los mismos de la primera entrega, y cabe preguntarse en qué estaban pensando a la hora de ofrecer una historia de estas características, ya que no sólo la dirección no está a la altura de las circunstancias, sino que encima es casi imposible tomarse en serio la propuesta, por una serie de instantes patéticos que rozan la parodia. Lo que es seguro es que el dramatismo de la cinta no funciona de la misma forma que en su antecesora (pocas muertes a lamentar, por no decir ninguna), pero ni por asomo, por no hablar de una bajada del ritmo bochornosa en el ecuador de la cinta, algo que no sucedía en la anterior.

Tampoco ayuda el interminable y exagerado desenlace, alargado hasta el extremo, y que hace que la película dure casi dos horas, causando el estupor absoluto, ya que solamente merecen la pena los comentados veinte minutos iniciales, con un clímax que jamás está a la altura de las circunstancias.

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Los personajes no son gran cosa, aunque la mayoría tampoco molestan, con un protagonista convincente y con un interesante conflicto interior (bien jugada la conexión con el prólogo), pero es demasiado callado y seco, lo que es una lástima, ya que podría haber dado mucho más de sí. Imposible obviar a los villanos de la función, ridículos e insufribles hasta decir basta, con unas vergonzosas interpretaciones por parte de los actores, creyéndose que están en una especie de parodia más que un supuesto drama zombie.

Por otro lado, se notan las referencias de los autores del libreto, habiendo más similitudes con el videojuego The Last of Us (calcan algunos momentos) que con Train to Busan, aparte de una necesidad imperiosa de ofrecer su propio Mad Max: Fury Road, pero de rebajas. No tiene ningún sentido que hayan querido hace un híbrido tan esperpéntico, siendo una propuesta totalmente fallida que será complicado que convenza a los fans de la primera entrega.

Cabe preguntarse si no hubiese sido mejor que los mismos responsables apostasen por una película diferente y en un mundo nuevo, ya que da la sensación de que se han dejado engatusar por un jugoso cheque y han procedido con un trabajo de encargo, porque no tiene sentido que cuatro años después la secuela sea tan inferior a Train to Busan en todos los aspectos (parece más barata, aunque estoy seguro que ha costado más… inexplicable).

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Al final nos queda un extraño pastiche, que quiere ser muchas cosas pero que se acaba quedando en un quiero y no puedo de todo a cien, vendida como una secuela trepidante pero que en realidad es una película de zombies del montón, a años luz de los logros conseguidos por la estupenda primera parte hace exactamente cuatro años.

Una secuela decepcionante y de difícil digestión, que será recordada como lo que pudo haber sido y no fue, aparte de una innecesaria segunda parte que utilizó, sin pudor alguno, el título de una buena película de zombies. Ni se os ocurra caer en la trampa, a no ser que dejéis los prejuicios a un lado y queráis ver una marciana zombie digna de estrenarse directamente en el mercado doméstico. Al resto… no se os ha perdido absolutamente nada. Otra vez será.

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