Irati – Crítica – El director de ‘Errementari’ nos ofrece una interesante fantasía de capa y espada de las de toda la vida

En 2017 se estrenó Errementari, producción independiente de folclore vasco que se estrenó sin hacer nada de ruido, pero que poco a poco, y con su llegada a Netflix, comenzó a encandilar al público con su boca oreja. Cautivado por esas buenas críticas, me embarqué en esta producción de terror y fantasía, quedando maravillando ante una película de bajo presupuesto tan ingeniosa como efectiva, sin nada que envidiar a otras producciones al otro lado del charco, y siendo una propuesta fascinante y muy recomendable. 

Su máximo responsable, Paul Urkijo Alijo, ha estrenado por fin su segundo largometraje, Irati, con un estreno en salas después de su paso por el festival de Sitges. Su nueva propuesta ha vuelto a cosechar buenas críticas, colándose además entre los diez primeros puestos de la taquilla, lo que siempre es digno de celebración. Sobra decir que, desde que supe del proyecto, estaba completamente dentro, a la espera de que Urkijo nos volviese a sorprender con una de esas historias de las que te atrapan y no te sueltan.

Por fin he podido ver su nueva película y, si bien puedo confirmar que estamos ante una cinta de fantasía de las de toda la vida, con muchísimas virtudes, también debo reconocer, mal que me pese, que no alcanza el nivel de excelencia de Errementari. Pero mejor vayamos por partes.

Es increíble lo que logra el señor Urkijo con presupuestos tan irrisorios, ofreciendo espectáculos que parece que hayan costado el triple, con unos estupendos efectos prácticos (evocando tiempos mejores), unos efectos especiales que jamás desentonan y se utilizan con inteligencia, un diseño de producción al que no se le puede encontrar ni un solo pero, y una realización magnífica, con unas escenas y planos preciosos. Urkijo tiene un don, porque ahora mismo no me viene a la mente otro cineasta español que haga tanto con tan poco. No me quiero imaginar de lo que sería capaz con grandes presupuestos. 

En cuanto al reparto, el director y guionista repite con Eneko Sagardoy, el cual ya ofreció un trabajo impecable en Errementari, y aquí repite con un personaje quizás más comedido y menos interesante, pero defiendo a la perfección su rol de héroe de la historia. Por otro lado, tenemos a una espléndida Edurne Azkarate, siendo el verdadero corazón de la historia y reclamando su premio Goya, porque ni la han nominado. Increíble, pero cierto. Por su lado, los secundarios aportan solidez, estando a la altura de las circunstancias y componiendo un elenco actoral de lujo. 

Y seguramente aquí venga el problema, ya que en esta ocasión el guion de Urkijo no esté tan inspirado, con una historia sencilla y que suena a ya visto. Ojo, tiene su propio folclore, pero no deja de recordar a las clásicas películas de espada y brujería, no ofreciendo realmente nada nuevo. Y es que Errementari es la culpable de las altas expectativas, porque era un producto redondo, sorprendiendo por su frescura y originalidad. No creo que nadie esperase un resultado tan bueno, y de ahí su fabulosa recepción.

Por el contrario, Irati es una buena película, pero no una gran película, que me temo que es lo que muchos esperábamos. Se nota la ambición del cineasta vasco por ofrecer un espectáculo más grandilocuente y accesible, apostando en esta ocasión por un género que se echa de menos, como es el de la capa y espada. Esto se estrena hace tres décadas, y hoy hablaríamos de clásico de culto, agradeciéndose que se hagan este tipo de producciones en España, un país que suele apostar por otros géneros tan manidos como el drama o la comedia, pero muy pocas veces por el terror o la fantasía. 

Y sólo por ese riesgo y generosidad, Irati ya merece la pena, confirmando a Paul Urkijo Alijo como un diamante al que tenemos que cuidar y proteger, porque uno así sale cada pocos años, y si no le reconocemos sus virtudes cuando está en plena apoteosis, en unos años miraremos atrás y nos arrepentiremos. Necesitamos más películas como Errementari y como Irati. Necesitamos más Urkijos. El cine español lo necesita. El público también. En conclusión, no te pierdas Irati

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