El último turno (The Last Shift) – Crítica – ¿Puede una película no decirte nada? La respuesta es sí…

¿Puede una película no decirte absolutamente nada? La respuesta es sí, y ‘El último turno (The Last Shift)‘ es el ejemplo perfecto. La película se estrenó en 2020, sin que nadie le hiciese ningún caso, y han tenido que pasar dos años para que Netflix la rescatase del (merecido) olvido, presentándola como la gran novedad de la semana. De hecho, la jugada no les ha salido nada mal, ya que es una de las películas más vistas de la plataforma al momento de hacer esta crítica. Ver para creer, pero dudo que los espectadores que hayan caído en la trampa salgan satisfechos, porque estamos ante un film vacío que no sabe a dónde quiere ir a parar.

Hablamos de un drama intimista y de bajo presupuesto, entendiéndose que técnicamente luzca poco, aunque no negaré que tiene una estética 90’s que me convence, hasta el punto de que ese ha sido uno de los motivos por los que he ido a parar a esta historia (además de la trama, que jamás se aprovecha), con la esperanza de ver un efectivo drama social de esos que tanto éxito tenían en dicha década. No ha podido ser, y el culpable está más que claro: el guion.

El libreto nos regala unos personajes sin carisma ni garra, además de mal escritos, por no hablar de unos diálogos que pretenden ser profundos y hacer reflexionar el público, pero que acaban siendo mundanos y superficiales, por no decir banales. Es peligroso el juego de intentar aleccionar al espectador, porque para eso hay que saber mucho de la vida, y al guionista (también director) le falta todavía mucho recorrido para permitirse ese lujo. Todo suena a ya visto, pero peor, porque al menos las producciones de antaño dejaban un buen mensaje y tenían un sentido. Cuando ‘El último turno’ finaliza, te quedas exactamente igual que estabas, y eso es lo peor que puede hacer una película.

Afortunadamente, tenemos a un buen reparto defendiendo unos desdibujados e insustanciales personajes que están muy por debajo de su talento. Richard Jenkins está maravilloso (como de costumbre), a pesar de que su personaje no se lo pone nada fácil, y lo mismo se puede decir de un convincente Shane Paul McGhie o un Ed O’Neill totalmente desaprovechado como secundario de lujo. Es una lástima verles en un producto así, porque merecen más.

En conclusión, estamos ante un film que no provoca ningún sentimiento en el espectador, siendo la nada absoluta. ¿Qué nos quería contar el director y guionista? ¿Cuál se supone que es el mensaje? Creo que ni él mismo lo tenía claro, porque son preguntas sin respuesta, en lo que sólo se puede definir como una pérdida de tiempo. Y bueno, lo de los filtros de Netflix da para otro artículo, pero la verdad es que tienen un ojo… Ellos verán, pero lo único que hacen este tipo de propuestas, es alejar todavía más a sus clientes. Jamás debió ser rescatada de olvido, y ahora pagamos las consecuencias. Una vez más, gracias, Netflix

Crítica en vídeo:

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