
El cine de Wes Anderson te podrá gustar más o menos, pero lo que es indudable es que tiene un estilo único, ya sea por su extraño humor o por el apartado visual. Cualquier película de su filmografía es fácilmente identificable como suya, con un toque inimitable, y sólo por eso merece reconocimiento el señor Anderson (no confundir…). Personalmente, he disfrutado con las geniales ‘Los Tenenbauns’, ‘Fantastic Mr.Fox’ o ‘Isla de perros’ (posiblemente, su mejor película), aunque ‘El Gran Hotel Budapest’, ‘Life Aquatic’ o ‘Viaje a Darjeeling‘ me dejaron bastante indiferente, especialmente estas dos últimas. Diría aquello de que es un cineasta que o lo amas o lo odias, pero está tan manido que mejor pasemos al siguiente punto.
‘La crónica francesa (The French Dispatch)’ es su última película, muy esperada por sus seguidores, y cuyas tibias críticas nos advertían de que algo no había salido bien, a pesar de las altas expectativas. Las opiniones posteriores lo acabaron de confirmar, y una vez vista, lo ratifico, siendo una cinta soporífera, fallida y la peor de Anderson, aunque duela admitirlo. El por qué, a continuación.

Nada se le puede reprochar a la dirección de Anderson. No me voy a repetir con lo del estilo único, pero visualmente la propuesta es fascinante, con un toque teatral que le queda genial, y unos planos bastante hilarantes, aunque el recurso de la animación para plasmar las persecuciones me parece metido con calzador, con la única finalidad de abaratar costes. A pesar de ello, una interesante y estupenda labor tras las cámaras.
Es una lástima que el guion, también cortesía de Anderson, no esté a la altura de las circunstancias, aburriendo al personal con una serie de historias demasiado distantes y frías, que es uno de los grandes males del cineasta. Y es que a veces le cuesta transmitir emociones al bueno de Wes, con unos personajes que cuesta creerse, y con un tipo de humor que sólo apreciarán los de siempre. Aquí estamos ante una obra que peca de pretenciosa y que se cree mucho mejor de lo que realmente es, jugando con el espectador a cada minuto, con la intención de resultar una experiencia tan original como fascinante. Pues yo me he aburrido, a pesar de algún momento rescatable, pero el sentimiento final no ha podido ser más agridulce.

Eso es algo que ya me sucedió con otras producciones de Anderson, pero jamás a este nivel, como si se hubiesen desperdiciado los elementos de los que disponía, siendo doloroso ver cómo se desaprovecha a semejante reparto, la mayoría viejos conocidos del cine del director. Casi todos están demasiado comedidos y encorsetados en unos personajes que parecen robots, aunque quizás se pueda destacar a Adrien Brody, Timothée Chalamet (joven promesa cuyo mayor pecado es estar hasta en la sopa) o Jeffrer Wright, siendo sangrantes las fugaces apariciones de intérpretes de la talla de Edward Norton o de (sobre todo) Christoph Waltz, en un papel anecdótico. Quiero pensar que son favores al director y que su función es la de cameo, pero no deja de ser sorprendente.
En conclusión, estamos ante una obra demasiado pretenciosa, que busca el aplauso, pero que se ha topado de bruces con la indiferencia del público (e incluso de la crítica), siendo una propuesta demasiado aburrida y que rezuma frialdad por todos los costados. Las intenciones son buenas (no deja de ser una carta de amor al periodismo, con dedicatoria incluida), pero no es suficiente para recomendar la que es, por derecho propio, la película más fallida de Anderson. Una lástima, porque creo que el cineasta es capaz de algo mucho mejor, y dudo que su nueva película sea recordada con el tiempo. Desde luego no es la mejor forma de convencer al público para que vuelva a las salas de cine. Y luego nos extraña que las producciones adultas fracasen en taquilla y nadie quiera verlas. ‘La crónica francesa’ es la respuesta. Nos vemos en la próxima, señor Anderson.
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