
Presentada en el festival de Sitges, ‘El páramo’ es una producción de terror española y uno de los primeros estrenos de Netflix del año. No suelo decir que no a este tipo de propuestas, a pesar de olerme el pastel a kilómetros. Lo reconozco, no soy muy fan de las producciones independientes y de terror psicológico, tan de moda en los últimos años, y cuyos resultados suelen dejarme bastante indiferente.
Pues bien, esta película es tal cual lo que parece, siendo una cinta que juega con su asfixiante y opresiva atmósfera, con una historia de folclore rural que busca inquietar, pero que es incapaz de exprimir todo su potencial, quedándose en tierra de nadie. Mucho me temo que estamos ante otro clásico ‘crítica vs. público’ (parece ser que a los primeros les ha encantado), siendo otro de esos estrenos que seguramente decepcione a los espectadores de la plataforma, los cuales estoy seguro de que se aventurarán en la película esperando una cosa y se encontrarán otra muy distinta. Pero mejor vayamos por partes.
La película supone el debut de David Casademunt, y la verdad es que su labor tras las cámaras es admirable, siendo uno de esos productos en los que se nota que se le ha sacado partido a su bajo presupuesto. Sí, estamos ante una cinta pequeña, pero se aprecia cada euro invertido, y eso siempre es de agradecer, aunque los escasos efectos especiales no convenzan (qué manía con no recurrir a lo artesano, es decir, el maquillaje). Casademunt se esfuerza por inquietarnos con un entorno que juega constantemente con el espectador, regalándonos un par de instantes bastante terroríficos. Lo reconozco, he pasado algo de miedo (repito, algo), y eso siempre es un motivo de celebración (no suele suceder), pero el problema es que la historia no da mucho de sí.

No sé hasta qué punto son necesarios tres guionistas (uno de ellos el propio director) para contarnos una trama mucho más sencilla de lo que se pretende, pero se nota que estiran los acontecimientos hasta el exceso, y eso que la propuesta apenas dura hora y media, aunque parezca más. No diré que sea una experiencia aburrida, pero deja la sensación de que se ha alargado una historia que se podría haber contado en mucho menos tiempo. Como corto (o mediometraje) habría funcionado mucho mejor, no tengo ninguna duda.
Es una producción intimista, psicológica y que busca la reflexión, pero sus mejores momentos son cuando se centra en el puro horror, siendo una lástima que se haya buscado el drama independiente en lugar de lo esperado, y que es el error en el que caen infinidad de cintas del género. Lo que es seguro es que su sinopsis es bastante engañosa, y estoy seguro de que más de un espectador se va a llevar a equívoco. Sin entrar en spoilers, no estamos ante una monster movie, aunque se haya vendido como tal con el único propósito de llamar la atención, no vaya a ser que esto no lo vea nadie.
Aunque sigo con mi cruzada personal contra la plataforma (hay heridas que no cicatrizan, y algunas tienen nombre y apellidos…), es digno de aplauso que apuesten por producciones pequeñas y que en otros medios no recibirían el mismo caso, dándole voz a un tipo de cine independiente que necesita hacerse escuchar, ya sea por competir en igualdad de condiciones con productos más grandilocuentes. El problema es que la mayoría suelen ser películas fallidas y olvidables, y ‘El páramo‘ no es una excepción, siendo una cinta de la que nadie hablará la semana que viene, por mucho que la crítica haya destacado sus virtudes, que las tiene.

Y hablando de virtudes, el reparto está sensacional, algo no muy complicado cuando tienes a dos de los mejores intérpretes de España en tu elenco, como es el caso de Inma Cuesta y Roberto Álamo. Cuesta se entrega totalmente a un personaje nada sencillo, con una evolución interesante y dando lo mejor de sí misma, como suele ser costumbre. Es una pena que Álamo tenga una presencia prácticamente anecdótica, estando totalmente desaprovechado, aunque vuelve a estar genial en los pocos momentos en los que interviene (atención a cuando narra su pasado). Mención especial para un estupendo Asier Flores, gran protagonista que carga con el peso de la cinta sobre sus hombros, saliendo totalmente airoso y resultando más que convincente, con otra evolución fascinante.
Sin este estupendo reparto y la inspirada dirección, hablaríamos de una cinta de terror mucho peor, pero ambos apartados salvan de la quema a una película que no aprovecha su potencial y se queda a medio gas, con un arranque prometedor, pero tirando por tierra sus atractivos elementos, dejando la sensación de ser una más, aunque se pretenda todo lo contrario. No me ha parecido una absoluta pérdida de tiempo, pero me ha generado un sentimiento agridulce una vez han aparecido los títulos de crédito, como si las piezas no encajasen en un film que nadie recordará cuando llegue el final del año y haya que hacer balance de lo mejor y lo peor.
Y es que la palabra que me viene a la mente es indiferencia, a pesar de sus buenas intenciones. Podría haber sido peor, desde luego, pero todavía no tengo muy claro qué querían contarnos exactamente sus responsables, y esa sensación es la que lastra una película que estoy seguro de que no encandilará al público, por mucho que los críticos la hayan aplaudido. El cuento de nunca acabar… Vosotros mismos.
Crítica en vídeo:
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