
Si algo de interesante tiene la plataforma Netflix, eso es sin duda las producciones interactivas. Y no, no me refiero a las fallidas películas de Black Mirror o Unbreakable Kimmy Schmidt, sino más bien a las adictivas aventuras de Sobrevivir es el reto, capitaneadas por el impredecible Bear Grylls, que igual se bebe su propia orina, que se come un bicho, todo muy apetecible. Pero no estamos aquí para hablar de los curiosos gustos de este señor, sino para reseñar su última aventura, Misión en la montaña, que al igual que Misión en Safari, y al contrario que la serie Sobrevivir es el reto, se trata de un episodio especial de apenas media hora.
En esta ocasión, Grylls cambia de escenario, apostando por un entorno más gélido, y la verdad es que la mudanza no le sienta bien, ya que estamos ante otra aventura entretenida y que cumple su cometido, pero que está muy por debajo de las dos anteriores propuestas comentadas. Esto es debido a que se nota menos esmero e inspiración en el episodio (a pesar de que haya un sobreesfuerzo en el guion, que ya me dirás la necesidad…) , con unas claras limitaciones presupuestarias que hacen que todo luzca peor. Sólo hay que comparar los logros técnicos de Misión en Safari (mucho más ambiciosa) con los de Misión en la montaña para darse cuenta de ello.
Algo me dice que esta vez no han sido demasiado generosos en la plataforma, naufragando el capítulo en un momento tedioso como es el del túnel, el cual se llega a parecer a una película de terror de bajo presupuesto en la que unos excursionistas se pierden. Incluso os diría que parece rodado por un amateur. Mi consejo: ni se os ocurra elegir la opción del túnel, y si lo hacéis, que sea bajo vuestra propia responsabilidad. No obstante, he cometido muchos errores, notándose un nivel de dificultad un poco más elevado y confirmándome que el factor de las alternativas vuelve a estar muy cuidado, presentando diferentes posibilidades y haciendo que el viaje sea rejugable (eso sí, si no pierdes la paciencia en el proceso).

Bear Grylls vuelve a estar en su salsa, notándose que esto es lo suyo y que se lo pasa igual de bien que el espectador (e incluso más), siendo un showman que levanta cualquier tipo de producción, aunque no esté demasiado inspirada, como es el caso. A pesar de lo inverosímil de no pocos momentos (tampoco tendría sentido exigir credibilidad al conjunto), Grylls se cree su personaje y nos coge de la mano en este peculiar viaje, como si el hecho de que este nuevo episodio especial no sea tan logrado, no le afecte en absoluto. Él está aquí para jugar, y nosotros también, por lo que todo queda en casa.
En conclusión, un episodio menor, que está muy lejos de los aciertos de sus hermanos mayores, pero que al menos cumple su cometido de entretener, y más si te gustan los juegos interactivos de ‘Elige tu propia aventura’. Espero que Netflix vuelva a apostar por este formato, pero eso sí, que sea de nuevo a modo de serie o, como mínimo, un episodio especial a la altura de las circunstancias. Necesitamos más locuras de Bear Grylls. Las necesitamos.
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