
Ya estoy harto de Netflix, así, sin más. He tenido demasiada paciencia con una plataforma en declive y sin frenos, siendo el estercolero de producciones que otros no quieren y ofreciendo un sinfín de bazofias a cada cual más pestilente. Pues bien, Sweet Girl es el nuevo ejemplo, hasta el punto de que no solamente es una tomadura de pelo y una de las peores películas del año (es posible que acabe siendo lo peor), sino que encima es uno de los peores thrillers de la historia. Lo reconozco, la culpa es mía, y es que me he acercado a esta película sin apenas informarme (las críticas están siendo desastrosas, pero el problema es que las he leído después del visionado…), atraído por la presencia del carismático Jason Momoa.
Obviamente, la estrategia les ha salido bien, ya que este movimiento promocional corresponde al modus operandi de la plataforma, por el cual contratan a estrellas del momento (o que todavía generen un interés en el público) y les colocan como cabeza de cartel, haciéndoles protagonizar subproductos de directo al videoclub. ¿Qué diferencia hay entre producciones como la que nos ocupa con las insustanciales propuestas de la sobremesa de las tardes (de Antena 3, para más pistas)? Exacto, que hay estrellas de por medio, absolutamente nada más. Dicho todo esto, comencemos, que hay mucha tela que cortar…

El film supone el debut de su director, y vaya si se nota, con una dirección torpe, insustancial y sin vida, notándose como el telefilm que es. ¿Por qué Netflix ha fichado a un debutante sin experiencia para un thriller protagonizado por Momoa? Exacto, porque a sus responsables les importa todo menos que nada, conformes con poder tener nuevo material (independientemente de la calidad) para engrosar su inclasificable catálogo y así seguir generando ingresos. Pues me parece que el único logro de esta cinta va a ser que muchos cancelen sus suscripciones. Creo que una decisión semejante jamás estuvo tan justificada. Y es que los espectadores tenemos un límite, y Sweet Girl es un antes y un después. Yo ya estaba cabreado con la plataforma (en especial por su nefasta política de cancelaciones), imagínate ahora. Liam Neeson encabronado es un osito amoroso a mi lado, y mi sed de venganza es mucho mayor que la de los insípidos protagonistas de este film. Ya os digo que mi guerra personal contra la plataforma sería infinitamente mucho más interesante que este soporífero film.
Hay un momento de la película en la que el personaje de Momoa amenaza a uno de los innumerables villanos de la película. Lo que él desconoce es que los verdaderos malos son los guionistas. Qué lástima que ande tan despistado, porque nos habríamos ahorrado el sufrimiento. Hay tantos clichés en la cinta que ha habido un momento en el que he tenido que parar, por temor a perder la poca cordura que me queda y que Netflix se empeña en querer robarme a toda costa. Que los personajes sean tan estúpidos y se dediquen a cometer incongruencias minuto a minuto tampoco ayuda, preguntándonos quién demonios es el artífice de este circo sin gracia.

Y ojo, que hablamos de tres individuos, tres, para escribir esta basura infecta, aburrida y sin pies ni cabeza. Ya tuvimos un aburrido y olvidable thriller farmacéutico protagonizado por Mel Gibson (sí, hablo de Al Límite), no necesitábamos otro, y encima peor. Y esperad, que la cosa no acaba aquí, ya que cuando estamos preguntándonos cómo hemos acabado aquí, nos obsequian con un giro final que acaba de redondearlo todo, confirmando que estamos ante una montaña de heces imposible de defender. No me creo que alguien aplauda esto, de verdad que no, ni los fans más acérrimos de Momoa. No sé en qué estaban pensando, pero estoy seguro de que a los guionistas les separaron durante la escritura del libreto, con orden estricta de no interactuar entre ellos, porque de otra forma no se explica un producto tan caótico y ridículo. De verdad, tomadura de pelo se queda corto al lado de lo que pretenden que nos traguemos. Al final estamos ante un producto cobarde, que no se atreve a apostar por su propia idea y que prefiere engañar al espectador de forma innecesaria e ilógica para no espantarle. Increíble…
Y llegados a este punto, también cabe preguntarse, ¿qué pinta Jason Momoa en todo esto? Seguramente estaba a la caza de proyectos entre Aquaman y Aquaman 2 (en pleno rodaje), y en una noche de borrachera aceptó este film sin leerse el guion. Es la explicación más razonable que encuentro, la otra es que lo tuvo que aceptar a punta de pistola (ahí también tendríamos una película mejor que ésta). Espero que el cheque fuese jugoso, porque flaco favor le hace su participación en esta memez a su carrera. Creo que este tipo de decisiones perjudican a la carrera de los actores y actrices (no me refiero solamente a Momoa…) que aceptan tonterías así, denotando una grave falta de criterio que debería sentenciar el contrato que tengan firmado con sus agentes, unos villanos a la altura de los guionistas de este film. Ah, sí, su interpretación… Pues más de lo que merece la película, mostrando el bueno de Jason un registro dramático por encima del nivel del resto del conjunto y cumpliendo como action hero. No obstante, el motivo de que muchos hayamos acabado sufriendo este subproducto es cosa suya, así que tampoco quiero lanzarle demasiadas flores.

De contrapunto de Momoa tenemos a Isabela Merced, en el que posiblemente sea el personaje más estúpido del año. No es culpa de la actriz, la cual tiene las suficientes tablas para defenderlo, pero el esfuerzo no es suficiente. Momoa ya tiene más o menos el camino hecho, pero creo que no es recomendable que una actriz en alza se deje ver en estas bobadas, por el bien de su futuro. Lo dicho, que revisen lo de los agentes. También se pasean por ahí un aburrido Justin Bartha (Resacón en Las Vegas) en un villano igual de aburrido, o un convincente pero desaprovechado Manuel García-Rulfo en el personaje más interesante de la cinta, lo cual tampoco es decir mucho. Ojalá pudiera viajar al pasado y advertirles a todos del desastre, pero todavía no tengo los medios. Algún día…
Y me quedo sin más cosas por decir… Bueno, en realidad podría hacer una maldita tesis de lo lamentable que me parece este estreno de Netflix, pero es que no os quiero aburrir con mi sufrimiento. No es mi intención ser una tortura al nivel de la película, aunque necesitaría un Máster en torturas para alcanzarlo. Dejémoslo en que Sweet Girl es una mala película, un mal thriller, un traspiés en la carrera de Momoa (y de cualquiera que participe en ella) y, seguramente, una de las peores películas del año, por no decir la peor. Un mal sueño del que espero recuperarme algún día. De todas formas, algo bueno tengo que sacar, aprendiendo por el tortuoso camino una valiosa lección: jamás me vuelvo a acercar a un producto de Netflix sin investigarlo antes, aunque Steven Spielberg esté tras las cámaras. A eso hemos llegado. Una vez más, gracias, Netflix… gracias.
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