Kenshin, el guerrero samurái: El principio (Rurôni Kenshin: Sai shûshô – The Beginning) – Película Netflix – Una aburrida e innecesaria precuela que no aporta absolutamente nada a la saga

Kenshin, el guerrero samurái: El final

Kenshin, el guerrero samurái, es el live action de un popular manga y anime sobre un samurái que emprende un camino de paz después de un pasado repleto de sangre. Recuerdo con nostalgia ese lejano 2012 en el que me aventuré a ver la primera entrega de la saga, encontrándome con una fascinante película de samuráis, con unos combates que quitaban el hipo, personajes con carisma y la confirmación de que estábamos ante el mejor live action jamás realizado, aunque hay que confesar que tampoco era complicado. Después de la genial primera entrega, llegó un díptico formado por una segunda y tercera parte que contaban una misma historia (al más puro estilo secuelas de Piratas del Caribe), ofreciendo de nuevo grandes combates y momentos épicos, pero cayendo en el error de explicar demasiadas cosas (había exceso de personajes y subtramas innecesarias), con un resultado que sólo podía calificarse de caótico, aunque jamás olvidable, siendo unas secuelas inferiores pero entretenidas, que no es poco.

Siete años después aterrizó una cuarta entrega vendida como el final, la cual sólo se puede calificar de decepcionante y fallida, siendo un cierre que no estuvo a la altura de las circunstancias. Y bueno, después de ese traspiés, y no contentos con ello, los responsables de la saga nos «deleitan» con una precuela (lo confieso, no soy fan de las películas de orígenes, entre otras cosas porque a veces es mejor dejar el misterio) que no había pedido nadie y con la misma historia que ya explicaron en la cuarta entrega, siendo de hecho el motor de dicha película. Por lo tanto, ¿cuál es el sentido de esta cinta de orígenes? Una vez vista os confirmo que ninguno, siendo la peor película de la saga, hasta el punto de hacer memorable a la anterior, siendo una despedida todavía más agridulce (se supone que es el adiós definitivo del personaje), si es que eso era posible. Pero mejor vayamos por partes.

Se nota que el director es el mismo de las anteriores entregas, siendo el único apartado que funciona en esta nueva propuesta. El cineasta nos vuelve a obsequiar con duelos de espada fascinantes (hay momentos que visualmente son impactantes), aunque el clímax está por detrás de anteriores entregas y hay menos combates de los esperados. Y es que en esta ocasión se apuesta todavía más por el drama (algo que ya se intuía en la cuarta parte). Por otro lado, se vuelve a pecar de exceso de duración, con más de dos horas que se hacen interminables, y más si nos han contado lo mismo en muchos menos minutos en la anterior entrega. A pesar de que el director ofrece un trabajo genial, no se puede decir lo mismo de su labor como guionista. Sigo sin ver el sentido a contarnos una historia que ya se había explicado con anterioridad (diría hasta con pelos y señales), no habiendo lugar a la sorpresa, en un conjunto aburrido (pero hasta límites insospechados, siendo el bostezo nuestro compañero de viaje en esta insufrible experiencia) y que no ofrece nada nuevo o que justifique su existencia.

Quizás como película de samuráis individual (es decir, ajena a la saga) funcione, al ser un drama romántico denso y pausado, estando seguro de que muchos encontrarán petróleo en una historia de reflexiones y silencios (¿confirmamos que esta entrega es la que más van a disfrutar los críticos? confirmamos), pero no se puede obviar que esto comenzó como una película de aventuras, como fue la primera (y mejor) entrega de la saga, derivando poco a poco hacia el drama, en una saga que ha ido de más a menos, y esta precuela es la prueba final de que deberían haberlo dejado después de la tercera, la cual ya tuvo un final satisfactorio. Pero la ambición es la que es, y todavía había material por adaptar, asistiendo en este caso a un pastiche que junta lo ya contado en la cuarta parte con añadidos que sólo se pueden calificar de absoluto relleno. Hay tanta distancia entre los resultados de la maravillosa primera parte y esta última, que dudo que los fans de la trilogía original salgan muy satisfechos de esta experiencia. La cuarta aún tenía un pase, pero esto ya no hay quien lo digiera. Un absurdo, vaya.

Ni siquiera el reparto está a la altura de las circunstancias, con un protagonista poco inspirado y con el piloto automático por exigencias del guion (nada que ver con su interpretación en la trilogía original), además de unos secundarios que tampoco aportan demasiado, ni siquiera los viejos conocidos, de los que se puede decir exactamente lo mismo. Es lo que tiene que la producción fuerce una frialdad y falta de garra que afecta a todos los elementos, como es el caso. Por cierto, fascinante cuando conectan la precuela con la primera película, mostrando escenas de esta última (rodada hace diez años) y confirmando cuánto han cambiado los actores, hasta el punto de que no parecen los mismos, seguramente llevando a confusión a los despistados. Ahí lo dejo. Y mejor no hablar de la banda sonora, muy lejos de los logros de las anteriores entregas. Ni con eso nos podemos consolar.

En conclusión, una precuela de la cual todavía no entiendo el motivo de su existencia, y cuyo visionado no recomiendo ni a los fans más acérrimos del personaje. Sí, estamos ante una precuela, pero no deja de ser la despedida del querido personaje (o eso espero…), un adiós agridulce que confirma que las dos últimas entregas (la cuarta y esta precuela) no han sido buenas ideas. Personalmente, me quedo con la trilogía original, siendo las más recientes dos apuestas fallidas que es mejor olvidar. Y es que a veces es mejor no estirar las cosas… Adiós, Kenshin. Merecías más.

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