
De verdad que no sé qué ocurre con Netflix. Tienes una estupenda cinta de animación, perfecta para disfrutar en familia en pleno verano, con el popular y cotizado Lin-Manuel Miranda como creador, productor y doblador, y aterriza en tu plataforma sin que casi nadie se entere, o al menos ha sido mi caso. Y es que la plataforma tiene un problema grave en lo que respecta a la promoción de sus producciones, siendo el estreno de Vivo otro ejemplo más de ello. Dicho esto, mejor intentar explicar por qué estamos ante una fantástica comedia musical y una de las mejores películas del año.
La animación es tan sencilla (en el caso de los personajes, aunque no hay nada malo en ello) como fascinante (menuda inventiva), con una paleta de colores increíble, aprovechando de forma espectacular escenarios como los de Cuba o Miami, además de unos entornos y momentos de acción que nada tienen que envidiar a producciones más grandilocuentes. Un gran trabajo que eleva todavía más el nivel del film, notándose que ha habido cariño y esmero por parte de los responsables de este apartado. Por cierto, un acierto que la cinta dure poco menos de hora y media, pasándose en un suspiro y redondeando todavía más el conjunto final.
El guion parte de una premisa conocida por todos y que navega por lugares comunes, pero tomando su propio rumbo e identidad, gracias a un humor alocado y desternillante, con unos personajes hilarantes (en especial los secundarios, aunque se les podría haber dado más minutos) a los que es imposible no querer, y una emotividad que toca el corazón y cumple su cometido, siendo una historia mágica y cargada de amor, ya sea al mundo de la música o a la familia. Es digno de elogio que no ponga Pixar o Disney en tu póster y se ofrezca una historia tan profunda y que deja con tan buen sabor de boca. La recomiendo para toda la familia, y más en pleno verano, aprovechando unos entornos calurosos que evocan dicha estación. Címo se agradecen producciones refrescantes como la que nos ocupa.

Respecto al apartado musical, las canciones son brillantes, combinando melodías clásicas con ritmos más actuales (se nota que el responsable del genial musical Hamilton está detrás de las mismas), en un conjunto sonoro pegadizo y que no se olvida una vez aparecen los créditos finales, siendo muy superior al de algunas producciones cortesía de la casa del ratón. Con eso os lo digo todo. Menudo artista está hecho el señor Miranda. Espero que el ritmo no pare.
Y llegados a este punto, poco más se puede decir de una película redonda, siendo una gran comedia musical a la que cuesta encontrarle algún reproche, además de una emocionante cinta de animación que acaricia el corazón con una aventura para toda la familia. Desde ya, una de las sorpresas y mejores películas del año, siendo una lástima que se haya estrenado sin apenas hacer ruido, cuando producciones menos inspiradas se anuncian a bombo y platillo. Y es que es frustrante ver cómo se es incapaz de ver el potencial de lo que tienes. Y sí, va por ti, Netflix… Como no la nominen en los próximos premios a mejor película animada (cuando luego se colará alguna mamarrachada, como de costumbre), me voy a enfadar. No os la perdáis.
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