
Lo sé, no tengo excusa, pero es que es imposible resistirse a un programa de estas características. Y es que desde que se anunció Sexy a lo bestia (Sexy Beasts), reality show en el que los concursantes van disfrazados y maquillados de diferentes animales y criaturas de toda índole (que incluye desde alienígenas hasta zombis), captó la atención de muchos debido a la particularidad de la propuesta. Seamos sinceros, todos esperábamos un hilarante reality show debido a su curiosa premisa, pero después de visionar el nuevo estreno de Netflix, debo confirmar que estamos ante otro programa de citas más, el cual sólo destaca por el elemento del maquillaje. Eso es todo.
No sé si este programa es la respuesta a Mask Singer, pero lo que es seguro es que el mayor interés del mismo radica en ver quién se oculta debajo del estupendo maquillaje, siendo la mayoría de veces una sorpresa. Y es que el trabajo de los profesionales a la hora de ocultar los rostros de los participantes es simplemente fabuloso, siendo lo más destacable de la producción, pero de lejos. En cuanto al resto de aspectos técnicos, el show está cuidado, por lo que nada se le puede reprochar, agradeciéndose que sean solamente seis episodios de apenas veinte minutos cada uno, como debe ser.
El reality vende la idea de que somos demasiado superficiales, y de ahí que las citas sean ocultando la cara. Sobre el papel queda muy bonito, pero le sucede lo mismo que a Jugando con fuego, con unas buenas intenciones que caen en saco roto por culpa de unos concursantes que van a lo que van. Y es que la mayoría de concursantes recalca su miedo de expulsar a un participante que sea atractivo, por lo que la idea muere en su propia concepción. Se supone que estamos ante un programa que quiere cambiar a sus invitados y dar un ejemplo, pero al final todos buscan lo mismo, por lo que la curiosa idea de maquillarlos es un recurso que no acaba de tener demasiado sentido, y menos cuando llevas a gente tan atractiva a participar.

En cuanto a la dinámica, hay un protagonista (varía de género según el programa, lo que tiene sentido) al que tres concursantes intentan conquistar (algunos con más ímpetu que otros), expulsándose a uno y descubriendo su rostro en el ecuador del episodio, para decidir al ganador en los últimos minutos, revelando la cara del resto de los implicados. El problema es que una vez resuelto este asunto, poco queda por rascar, con unas citas bastante sosas y una revelación de rostros precipitada y sin tensión alguna. Y es que no han sabido jugar con el factor misterio, por no hablar de lo predecible que es todo, ya que sabemos quién será el primer expulsado y el elegido final desde el minuto uno.
En conclusión, tampoco digo que estemos ante un bodrio, ya que el programa cumple su función de entretener, y estoy seguro de que dejará satisfechos a los amantes de este tipo de producciones, pero los que esperasen algo más (como era mi caso) quedarán totalmente decepcionados, porque aparte del recurso del maquillaje, la propuesta no aporta absolutamente nada nuevo. Al final, todo se reduce a la curiosidad de ver quién hay debajo de las máscaras. Lo dicho, como en Mask Singer. Es una lástima que sus responsables hayan sido tan conformistas, estando ante una oportunidad perdida de ofrecer un alocado y desfasado programa, que es lo que parecía ser. Otra vez será.
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