
Atraído por una entusiasta reseña que la dejaba como la serie del verano (ya os digo yo que no), he decidido darle una oportunidad a La reina del pueblo, serie española de Flooxer (es decir, Antena 3), de la que no había escuchado absolutamente nada, y que tenía una premisa bastante peculiar. Y es que la ficción nos presenta un concurso de pueblo en el que se decidirá a la reina del mismo, con todo lo que ello conlleva. Un pueblo como escenario, personajes rocambolescos y el verano como telón de fondo. La cosa prometía, desde luego. El problema es que sus responsables están en otros menesteres, desaprovechando la oportunidad de realizar una alocada y refrescante comedia, optando en su lugar por ofrecer una propuesta destinada casi exclusivamente a los adolescentes (también conocida como Generación Z).
Hay elementos que invitan a la esperanza, como la hilaridad de algunos secundarios, los inicios de episodio o capítulos como el de la guerra, pero al final queda la sensación de que no se ha sabido aprovechar el potencial de una serie de estas características, más preocupada en contentar a su público potencial (de ahí las eternas referencias a la generación Instagramer) que no en ofrecer un espectáculo desternillante y que busque la carcajada constante. Y es que lo que podría haber sido una comedia costumbrista y con gracia, acaba siendo una propuesta simpática pero que jamás va más allá, siendo finalmente un producto para ver, (intentar) disfrutar y olvidar, ya que no hay nada en ella que la haga destacar. El resultado acaba siendo tan cargado de buenas intenciones, como fallido.
El director y guionista viene directamente de la muy superior El vecino (que lamentablemente fue cancelada por la temible plataforma de Netflix tras dos temporadas), ofreciendo una labor tras las cámaras que cumple su cometido pero que no sorprende ni fascina, y con un guion que adolece de todo lo comentado anteriormente. Se nota que quiere buscar (de forma algo desesperada) un producto que simpatice con los más jóvenes, al más puro estilo Paquita Salas (de hecho, se le hace mención, por si quedaba alguna duda). Quizás ese haya sido el problema, el no haber optado por buscar su propio camino, con seis episodios de media hora cada uno que acaban siendo excesivos, con personajes que no aportan absolutamente nada (la influencer) y otros maravillosos con los que no saben muy bien qué hacer (la Miss).

En cuanto al reparto, se nota la experiencia, estando muy por encima los actores con más años a sus espaldas, relegados a papeles secundarios en pro de unos jóvenes talentos que se esfuerzan por defender a sus personajes, pero que en demasiadas ocasiones ofrecen actuaciones algo impostadas (exceptuando a Ana Jara, la mejor del reparto juvenil). No sé muy bien qué ocurre con los jóvenes actores en España, pero al menos aquí no optan por poner voces innecesariamente graves ni caen en el ridículo, con unas interpretaciones que no desentonan pero tampoco maravillan. Mucho mejor están Canco Rodríguez, Roberto Álamo (ambos bastante desaprovechados) y, especialmente, una sensacional Melani Olivares saboreando y aprovechando el mejor personaje de la función. Ella es el alma de la serie, siendo una lástima que su personaje navegue sin rumbo en casi todos los episodios, siendo un alivio cómico que merecía más. Lo que es seguro es que Olivares está pidiendo a gritos más comedias y oportunidades, y esto suena a golpe sobre la mesa. Espero que tomen nota.
Dicho todo esto, la serie es simpática y tiene elementos interesantes (el humor grueso y la brillante interpretación de Olivares), pero se queda a medio gas y acaba siendo una más. Una pena, porque con una premisa semejante (fiestas del pueblo y la promesa no cumplida de humor gamberro) podría haber dado mucho más de sí. Otra vez será, pero prefiero la infravalorada Por H o por B, que sí triunfaba al buscar ese acercamiento con una juventud incomprendida.
Deja una respuesta