
Atraído por su tétrico tráiler (han sabido jugar bien esa baza), he decidido darle una oportunidad a este film de terror coreano, cortesía de Netflix y que acaba de estrenarse en la plataforma. Las pocas críticas que han habido (no es de extrañar, ya que es otro estreno que llega por la puerta de atrás) no han sido demasiado entusiastas, por lo que no sabía qué me iba a encontrar. La verdad es que no tenía demasiadas expectativas, habiéndome conformado con una propuesta que me entretuviese, no pidiendo mucho más (ya me conformo con poco…). Pues ni eso, ya que estamos ante un thriller (que no cinta de terror) demoníaco, que desaprovecha sus elementos y que acaba siendo un producto tan insípido como carente de garra.
La dirección cumple, aunque jamás llega a infundir terror, abusándose de unos efectos digitales bastante mejorables. ¿Cuándo se darán cuenta de que siempre es mejor usar maquillaje que no artificios visuales? Y más si hablamos del género del terror, siendo la película tétrica (que no terrorífica) cuando se depende del efectismo de los actores (esas sonrisas…) y quedándose en tierra de nadie cuando se abusa de los efectos. Ellos verán. No obstante, y a pesar de una labor correcta (sin más), el director no se libra, ya que también es el responsable de un guion que hace aguas por todos lados.
La película comienza con interés, al presentarse un punto de partida que llama la atención. El problema es que la cinta jamás despega, conformándose con lo justo y necesario, en dos exageradas horas de duración en las que pasan cosas, pero sin que ninguna de ellas tenga el suficiente atractivo como para justificar el visionado. Yo he mantenido la esperanza de que esto remontase en algún momento, llegando finalmente hasta un insustancial clímax que confirma que sus responsables han puesto el piloto automático, tirando por tierra un argumento (thriller de posesiones) que daba para más, mucho más.

Y es que el problema de la película es que quiere ser muchas cosas y contar demasiadas otras, con unos personajes sin chispa. Que nadie espere grandes diálogos, ya que éstos brillan por su ausencia durante casi toda la película, al presentar a unos protagonistas silenciosos y parcos en palabras aunque, en honor a la verdad, hay que reconocer que uno de ellos mantiene un voto de silencio durante la mitad del metraje, pero siguen siendo unos personajes sin alma y que nos importan más bien poco.
Tampoco ayuda una ridícula subtrama detectivesca que no va a ninguna parte y que no aporta absolutamente nada al film, ralentizando el ritmo y el devenir de los acontecimientos. Creo que si se hubiesen recortado ciertos elementos habríamos salido ganando todos, en especial los espectadores. Por último, y para redondear el desaguisado, hay un giro tramposo que supone la guinda de un pastel con sabor amargo.
Y bueno, respecto al reparto, hacen lo que pueden con los personajes que les han tocado, destacando a los protagonistas, uno con la misma cara casi todo el film, y el otro esforzándose por caernos bien, cosa que logra en parte. Al menos la banda sonora es estupenda, siendo el único elemento (junto a la dirección, aunque tampoco nos volvamos locos) que funciona en un conjunto que decepciona y se olvida bien rápido.
En conclusión, estamos ante una película que es mejor olvidar cuánto antes, sorprendiendo que sea tan floja siendo una película de Corea del Sur, ya que suelen ofrecer producciones más que competentes. Lo de que sea de Netflix ya no me chirría tanto… Una oportunidad perdida de ofrecer algo mínimamente terrorífico y entretenido, siendo una de las propuestas con menos garra e interés de los últimos años. Lo que podría haber sido y lo que ha acabado siendo… Prescindible.
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