
Kevin Hart es un actor y cómico estadounidense que ha obtenido muchísima popularidad en los últimos años, en especial en su país natal. Personalmente, y dejando de lado polémicas, es un actor que me causa simpatía y cuyas producciones suelo disfrutar, ya que tiene comedias muy rescatables y desenfadadas, de esas para pasar el rato sin sentirte luego demasiado culpable. Pues bien, dicha descripción no tiene nada que ver con su nueva película para Netflix, un drama familiar (aunque lo venden como dramedia, que es la suma de drama y comedia) en el que un padre recientemente viudo debe encargarse de su hija recién nacida, con todos los problemas que ello acarrea.
Sí, a mí también me suena esta historia, ya sea en la poca conocida Jack y Sarah, o en la (injustamente) vapuleada Una chica de Jersey (Jersey Girl), de Kevin Smith. Es curioso, porque esta última recibió peores reseñas cuando es infinitamente superior a Ser Padre, ya que al menos aquélla ofrecía una historia sencilla pero con su propia identidad, cosa que la nueva producción de Netflix no hace, conformándose con lo justo y necesario, al presentar una historia que ya hemos visto todos antes, aunque inferior a los citados ejemplos. El hecho de que ésta sí haya convencido a los críticos (mientras que la de Smith fue machacada sin piedad) cuando es insípida hasta límites insospechados, mejor lo dejamos para otro día.

Y es que sin la presencia de Hart y el respaldo de la plataforma (que cada día que pasa va a menos, y el público lo está notando…), estaríamos hablando de otro producto de sobremesa de las tardes de Antena 3, ya que no hay ni un solo elemento que la haga destacar o la diferencie de otras producciones similares, siendo un film que se olvida tan rápido como aparecen los créditos finales. No hay alma, garra, ni nada que nos cautive o justifique un visionado de casi dos horas que son excesivas a todas luces, y más teniendo en cuenta lo que se tiene que contar, pecando de predecible y sin sorprender al espectador en ningún momento.
Los personajes son los de siempre (aunque se intente ofrecer algo un poco más ingenioso con los amigos, pero ya os digo yo que no), con un final que todos vemos venir de lejos, y un drama que acaba convirtiéndose en algo esperanzador y que pretende dejar buen rollo, pero que jamás me atrevería a calificar como comedia, ya que, si bien es cierto que hay algunos momentos simpáticos (en especial gracias a la niña protagonista), las risas brillan por su ausencia. Se nota que sus responsables quieren gustar y emocionar a toda costa, de ahí que sea un producto tan conformista y prefabricado, pero sólo cautivarán a los que no hayan visto películas con estas características, porque la cinta que nos ocupa sigue todos los esquemas del género, paso por paso, y sin intención de innovar en ninguno de sus compases.

Y hablando de responsables, cuesta creer que detrás de la dirección y el guion esté uno de los artífices de American Pie (la original) o de Niño Grande, que eran dos comedias mucho más elaboradas e inspiradas, siendo seguramente éste un trabajo de encargo en el que no hay ni un atisbo de originalidad, aunque más increíble es que todo venga de una novela. Son malos tiempos para la creatividad, desde luego.
Respecto a Kevin Hart, seguramente sea lo mejor de la película, en un rol con un registro más dramático y apartado de lo que ha hecho hasta el momento. Bien por él, pero es un error garrafal de la película el no aprovechar su vis cómica. El resto del reparto cumple, en especial los que hacen de amigos, ya que no es nada sencillo interpretar a personajes tan odiosos (por decirlo suavemente y aunque la intención sea claramente otra).
En conclusión, un subproducto de sobremesa que todos habremos olvidado más pronto que tarde, no aportando absolutamente nada ni al género ni al espectador que se decida a verla, seguramente atraído por la presencia de Hart, que es lo que me ha sucedido a mí. Obviamente, el popular actor es el reclamo principal para que nos acerquemos a una producción en la que, de otra forma, no habríamos reparado, por lo que bien jugado, Netflix… bien jugado. Lo dicho, prescindible, perezosa e insustancial, es decir, marca de la casa. En eso la plataforma no decepciona…
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