
Below Deck es una serie/reality sobre una tripulación que trabaja en un yate (que cambia cada año), la cual aterrizó hace un año en la plataforma de Netflix, estrenando dos temporadas de golpe (hasta el momento hay ocho, sin contar el spin-off en el Mediterráneo). La verdad es que no pude quedar más fascinado con la propuesta, siendo un producto tan refrescante como rabiosamente entretenido, ofreciendo dos entregas a cada cual más redonda. Y es que no estamos ante un reality al uso (o telebasura, algo que abunda en España…), centrándose en el emocionante trabajo de los protagonistas, aunque coqueteando con la polémica y los amoríos, que siempre tiene que haber de todo.
Es una producción tan bien elaborada y confeccionada, que es perfecta tanto para los amantes de los reality como para los ajenos a dicho formato, habiendo de todo en una aventura perfecta para disfrutar en pleno verano (aviso que la serie pone los dientes largos…muy largos). Después de dos estupendas primeras entregas, costaba imaginar que la cosa fuese a más, pero los responsables han orquestado esta tercera temporada cumpliendo la máxima de «más y mejor», en la que es la mejor entrega de la serie. Antes de entrar en materia, debo reconocer que me resulta imposible entrar a valorar la nueva temporada sin revelar detalles de la misma, por lo que te recomiendo que no sigas leyendo si todavía no la has visto y quieres sorprenderte por los inesperados giros (que los hay). Ahora sí, comenzamos, que se avecina oleaje, y no es en el mar…
Me encanta que repitan viejos conocidos del programa, como es el caso de Eddie (tan entregado a su trabajo como simpático, aunque no adelantemos acontecimientos…) o Amy (la más profesional de todos), siendo dos de los mejores personajes (por decirlo de alguna forma) de la serie. Kate no es santo de mi devoción, aunque se agradece su regreso, ya sea por ser la protagonista de uno de los grandes conflictos de esta travesía (y vaya travesía) o porque tiene algunos buenos momentos. También hay espacio para regresos especiales, como los del gran chef Ben (el mejor personaje de la serie, y esta vez digo personaje con todas sus letras) o el entrañable David (Dave para los amigos), el cual hubiese merecido más minutos. Por supuesto, es imposible obviar al enigmático y temible Capitán Lee, al cual se le nota más cómodo y entregado a medida que pasan las temporadas, hasta el punto de que ha ido ganando un merecido protagonismo (en la primera temporada apenas se le veía, y si aparecía era incómodo). Personalmente, me parece una figura clave, a pesar de que esté representado para caer mal.

Por supuesto, hay nuevos tripulantes, como la alocada e impredecible Rocky (no nos engañemos, una de las grandes protagonistas de esta temporada, aunque eso no signifique nada bueno), el estirado Leon (que seguramente se equivocó de programa), el tozudo Don, el limitado e inocente Emile, la entregada Connie o Dane, de lejos, uno de los peores personajes de la serie (y no digo el que más porque hay otro elemento en la cuarta entrega que tela…), y del cual todavía no me explico cómo los responsables le invitaron a un programa de estas características. Y es que hay límites que no se deben sobrepasar. Ya adelanto que ninguna de estas nuevas incorporaciones deja huella, por lo que no los esperéis en próximas entregas, ya sea porque han quedado totalmente desencantados o, simplemente, porque no han estado a la altura de las circunstancias, aunque considero que Emile, Connie y Leon merecen algo de reconocimiento, ya sea por haber movido algunas de las tramas.
Y hablando de las mismas, esta temporada ha habido conflictos para dar y regalar, siendo los más destacables los de la inesperada renuncia de Don, el conflicto entre el chef Leon y Kate y el giro más loco de la serie, que no es otro que el romance (por llamarlo de alguna forma) entre Eddie y Rocky. Respecto al primero, es obvio que Don, impulsivo y testarudo, cometió un grave error (confesado por él mismo), ya que se marcha de la serie por una reprimenda del capitán Lee, y encima es de las más suaves. Es obvio que jamás llegó a conectar con la tripulación, pero su marcha trajo a un individuo tan lamentable como Dane (curiosa la similitud de nombres), el cual aportó más bien poco y acabó saliendo por la puerta de atrás debido a su deplorable comportamiento. Me parece curioso, ya que en un comienzo se presentó como una especie de hippie y surfista, cuando en realidad es un tipejo oscuro sin nada bueno que ofrecer. Puedes cerrar al salir…
Y de este primer giro inesperado, pasamos a uno de los grandes conflictos de la temporada, entre Kate (jefa de azafatas) y el chef Leon, que sabrá de cocina, pero de trabajo en equipo no tiene ni idea. No soy un gran admirador de la primera, pero tampoco me produce ningún tipo de rechazo, siendo una gran profesional (tiene una fascinante inventiva a la hora de elaborar fiestas temáticas) y una persona racional en no pocos momentos. Cierto es que suele provocar conflictos, ya sea por su forma de decir las cosas o por la mala comunicación que tiene con algunos compañeros, pero no se puede negar que el bueno de Leon se cerró en banda desde un primer momento (tiene un grave problema de actitud y motivación), desoyendo los consejos del capitán Lee (bastante harto de la situación) y siendo muy grosero con Kate. No obstante, no estoy del todo de acuerdo con su despido, ya que considero que el tema del posible incendio no fue del todo culpa suya, mereciendo una última oportunidad, siendo muy drástica la decisión del capitán, obviamente provocada por su alta estima a Kate, o simplemente por caprichos del guion.

Y es que es obvio que el programa tenía preparada la salida del chef para traer de vuelta a uno de los protagonistas más carismáticos de la función, que no es otro que el chef Ben, propietario de una de las risas más inclasificables y tronchantes de la televisión. A pesar de sus logros, no hay que olvidar que el programa es un reality, el cual mueve las piezas a su antojo (aunque jamás alcanzando la toxicidad de otras producciones), siendo innegable que estamos ante un movimiento maestro, hasta el punto de que se revela y promociona desde el inicio de la serie. Lo dicho, la actitud de Leon fue deplorable, en especial teniendo en cuenta las constantes faltas de respeto a su compañera, pero quizás fue algo exagerada su marcha (seamos sinceros, era un muermo). No me extraña que el chef no quisiese estar en el encuentro final.
Y acabamos con Rocky, la que ha sido por mérito propio (o quizás parte de su alocada personalidad ha tenido algo que ver) una de las grandes protagonistas, ya sea por su desplante a Emile (que el pobre no se entera de nada), sus constantes peleas con Kate, o por su relación con Eddie, siendo especialmente doloroso este último punto, ya que el contramaestre ha decepcionado a los espectadores, servidor incluido, con una decisión estúpida que no le aportó nada bueno, hasta el punto de dejarle en entredicho ante sus compañeros y su capitán. Es una pena que haya acabado (o no…) la cosa así para él, ya que hablamos de uno de los grandes protagonistas de la serie (ha estado en las tres primeras temporadas y se le coge cariño), y su recorrido hasta el momento había sido impecable, pero nada, todo por la borda, nunca mejor dicho. Y no, la culpa no es de Rocky, por si os lo estáis preguntando.
Eso sí, a pesar de que ha generado infinidad de contenido (me extraña que no hayan contado con ella para nuevas temporadas, aunque algo me dice que el capitán Lee habrá tenido algo que ver) , ha sido una persona bastante insufrible, con unos preocupantes cambios de humor (inestable se queda corto), y que se centraba más en pasárselo bien que no en hacer su maldito trabajo, a pesar de los esfuerzos de una paciente Amy, que tiene el cielo ganado la pobre. De verdad, más Amy en el mundo (sigo sin entender porqué no es ella la jefa de azafatas). Respecto a los huéspedes, la mayoría se han comportado de forma respetable, aunque han habido algunos casos bochornosos (los típicos comentarios de más), pero ya sabéis, el cliente paga y siempre tiene la razón, o eso dicen.

Y finalizamos con el reencuentro de los tripulantes, en dos episodios en los que los protagonistas recuerdan anécdotas y sacan los trapos sucios. Me alegra que Don recapacitase y asumiese su error, disculpándose con sus compañeros y quedando como un señor. Ese es el camino. Si fuera productor de la serie, habría apostado por su regreso en una nueva temporada, pero debo ser el único que ha pensado en algo semejante (me gustan las segundas oportunidades, algo que sí han hecho con otros participantes). Como ya he indicado, no me chirría la ausencia de Leon (al fin y al cabo, su profesionalidad ha quedado en entredicho) o de Dane, al que es mejor tener bien lejos. Por supuesto, dedican demasiados minutos a los encuentros fortuitos entre Eddie y Rocky, con algunas revelaciones bastante alarmantes. Pero en fin, es un suceso para el olvido, el cual ha empañado la reputación de Eddie, saliendo bastante perjudicado de esta temporada. Lo dicho, una lástima.
Para finalizar, de esta tercera entrega me quedo con el regreso del chef Ben y de Dave (este último merecía más minutos, ya que jamás aporta negatividad), con conflictos interesantes (lo de Rocky y Eddie mejor obviarlo), con la profesionalidad de Amy o Connie (grandes profesionales), y con grandes momentos para el recuerdo, siendo la mejor temporada de la serie. Se nota que los responsables han sabido jugar sus cartas, siendo una propuesta más lograda y efectiva que nunca. Afortunadamente, Netflix ha apostado por estrenar la cuarta de forma simultánea, y algo me dice que no será la última (o eso espero). Y es que estamos ante una de las opciones más frescas del catálogo, al menos para quien esto escribe. Dicho esto, nos vemos en el siguiente crucero.
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