
Stephen Chow es un actor y director chino, artífice de las hilarantes Shaolin Soccer y Kung Fu Sion (Kung Fu Hustle), ambas exitosas internacionales, en especial la segunda. Chow no pudo repetir la jugada con la simpática pero fallida Cj7, intentándolo una vez más con Las sirenas, cinta de 2016 que fue un gran éxito de taquilla en China, hasta el punto de batir récords al superar los 550 millones, que se dice pronto. No obstante, la película no hizo demasiado ruido más allá de sus fronteras, enterándome de su existencia por pura casualidad, a pesar de conocer la carrera del cineasta. El hecho de que Netflix la tenga en su catálogo, me lo ha puesto en bandeja.
La verdad es que no tenía expectativas de ningún tipo, esperando pasar un rato divertido sin más, conociendo la mala baba y humor cafre del director y guionista. No pedía más, pero lamentablemente me he encontrado con una comedia estúpida, grotesca, bizarra y sin pies ni cabeza, siendo un pasatiempo de difícil digestión (por no decir imposible) y que sólo sabrán apreciar los que acepten las reglas del juego. Yo las suelo aceptar, pero es que esta propuesta es una auténtica tontería que me cuesta creer que los críticos hayan valorado tan positivamente (da qué pensar…).
Chow ofrece un espectáculo visual acorde al desenfreno de la propuesta, con unos efectos digitales que quizás chirriarían en otro producto más ambicioso, pero que en una cinta de esta índole se aceptan. Se nota que el director busca el tono cartoon, con algunas escenas curiosas e interesantes, aunque no son pocas las veces en las que hay que frotarse los ojos para comprobar si lo que se está viendo en pantalla está pasando de verdad (el momento del pulpo, por ejemplo). Sin embargo, el gran problema de la película no es la labor tras las cámaras de Chow, siendo más bien el espantoso libreto.

Orquestado por ocho personas (sí, habéis leído bien, ocho), el guion no deja de ser un remake inconfeso del clásico de Disney, con algunas libertades y licencias, y por el que el listo de Chow no habrá pagado un duro, hasta el punto de no disimular ni el título. Pereza, lo llaman en mi pueblo. Lo de que hayan hecho falta ocho personas para escribir algo así, mejor lo dejamos para otro día. Por otro lado, hay pocas cosas peores que el hecho de que una comedia no tenga gracia (se salva el inicio, pero se desaprovecha a cierto personaje de forma patosa), y este caso no es una excepción, con una indecisión de los guionistas que no favorece a la función, no teniendo claro el tono del film en ningún momento. ¿Es una comedia desfasada? ¿Un drama con mensaje medioambiental? ¿Una comedia romántica? Pues en realidad es todo eso, pasando de la comedia al drama sin despeinarse, siendo un caos narrativo al que es imposible encontrarle en punto.
El reparto es plenamente consciente del producto en el que está, estando la mayoría totalmente descontrolados y hasta cierto punto sobreactuados, aunque se entregan a la causa sin que se les sonrojen las mejillas, lo que ya es digno de admiración. Seguramente lo mejor de la producción, ya sea por defender unos personajes tan complicados (y lo digo en el mal sentido).
En conclusión, estamos ante una bobada inclasificable, a la que sólo se le puede agradecer su corta duración (apenas hora y media), y que tiene buenas intenciones (el mensaje ecologista), a pesar de que cae en saco roto al entretenerse sus responsables en gags sin gracia, además de en una trama romántica demasiado abrupta, no atinando el film en ninguno de los géneros que presenta, que no son pocos. De verdad que me cuesta asimilar que esto haya sido tal éxito de taquilla en China, pero el hecho de que no se le haya hecho demasiado caso en el resto del mundo, deja bien claro que es un producto exclusivo de dicho país, siendo casi inaccesible para el resto. Chow… tú sabes hacerlo mejor. Mientras tanto, mejor olvidar esta marcianada cuánto antes.
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