
Desde que supe de ella en el festival de Sitges, tuve curiosidad por Vicious Fun, comedia de terror sobre un perdedor que acaba por error en una especie de terapia para asesinos en serie, teniendo que lidiar con la situación de la mejor forma posible, si no quiere acabar siendo una nueva víctima. La verdad es que la premisa inicial es bastante llamativa, dando a entender que vamos a estar ante una cinta con sabor añejo, en el que las vísceras y la mala baba se den la mano. Y eso es exactamente lo que ofrece esta producción de bajo coste, siendo un simpático homenaje a los slasher de los 80 que da lo que promete.
El director y guionista es totalmente consciente de lo que tiene entre manos, ofreciendo una comedia de terror que jamás se toma en serio a sí misma, lo cual es de agradecer, ya que muchos productos de la misma índole caen en el error de cambiar al drama en sus últimos compases, cosa que (por fortuna) aquí no sucede. Y es que estamos ante un festival repleto de referencias y que no se corta un pelo a la hora de mostrar el gore (aviso, bastante explícito), muy acorde a la década y género que el film pretende homenajear. Cierto es que el ritmo no se mantiene durante la escasa hora y media que dura la cinta, pero jamás hay lugar para el aburrimiento, enganchando la trama desde el minuto uno, ya sea por la originalidad de la propuesta o por sus hilarantes personajes, desde el típico y entrañable patoso que se mete en problemas, hasta el excéntrico asesino que acapara toda la atención en cada aparición.
La película no engaña a nadie, siendo seguramente de los pocos productos sinceros y humildes que dan exactamente lo que venden, sin trampa ni cartón. La verdad es que se agradecen producciones tan desenfadas y nada pretenciosas, cuyo único objetivo es entretener y satisfacer a los amantes del género. Sorprende que en el mentado festival, opten constantemente por premiar productos pedantes que nadie recuerda días después de su visionado, marginando a películas con tan buenas intenciones como la que nos ocupa. No digo que deban ganar producciones como ésta, pero desde luego son mejores que las vencedoras. Ahí dejo la reflexión.

En cuanto al reparto, todos están geniales, pero destacaría a un divertido Evan Marsh como gran protagonista, ofreciendo una gran vis cómica y logrando que nos preocupemos por su personaje desde un primer momento, o un fascinante Ari Millen como gran villano de la función. Se nota que el elenco al completo disfruta con sus pintorescos personajes, pasándoselo en grande en el proceso y haciendo cómplice al espectador. Mención especial a la eficiente banda sonora, la cual nos evoca a la mencionada década.
Dicho todo esto, no estamos ante ninguna maravilla que vaya a revolucionar el género, pero sí ante una cinta que sabe lo que vende y lo da sin engaños de ningún tipo, siendo plenamente consciente de sus limitaciones y ofreciendo un divertido homenaje para pasar el rato. Ni más ni menos. Una película que merece más reconocimiento, en especial teniendo en cuenta que hay bobadas mucho más aplaudidas en ciertos festivales… Muy recomendable si te gusta el slasher o el cine de terror de antaño.
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