Trabajo extremo (Extreme Job) – Una alocada comedia Made in Corea

No es ningún secreto que el cine de Corea del Sur es maravilloso desde hace décadas. Podría nombrar infinidad de interesantes (por no decir fabulosos) films de dicho país, pero creo que a estas alturas del cuento ha quedado bastante clara la calidad cinematográfica de dicho país. No obstante, suelen ser los thrillers los que más éxito tienen internacionalmente, siendo curioso el caso de esta comedia, cuya premisa me llamó la atención, ya que nos presenta a un grupo de policías de narcóticos que compra un restaurante de pollo frito para vigilar a unos narcos, sin imaginar que el negocio sea un rotundo éxito.

A pesar de que tan rocambolesco argumento ya justifica el visionado, únicamente esperaba encontrarme ante una divertida y entretenida comedia para pasar el rato, y al final he recibido exactamente eso, aunque superando mis expectativas al tener también corazón y alma. Y es que estamos ante una hilarante comedia que no se toma demasiado en serio a sí misma, lo que es música celestial para mis oídos.

La película está bien dirigida, con unas secuencias de acción (que tardan en llegar, aunque no se echan de menos, debido a las risas), bien elaboradas y coreografiadas. No obstante, la clave del film está en su alocado guion y en su estupendo reparto. En lo que respecta al primero, como ya he indicado, no se toma en serio a sí mismo, no abandonando el toque de humor en sus casi dos horas de duración (que quizás podrían haber sido un poco menos, todo sea dicho), con unos diálogos tronchantes y unos personajes desternillantes, a los que es imposible no querer, y que forman un equipo tan mordaz como entrañable.

Quizás se podría reprochar un cambio de rumbo en el ecuador del film, o que la excusa del restaurante de pollo frito se abandona por el final (cuando se supone que es el núcleo de la historia), pero todo es tan rabiosamente entretenido y jocoso, que te dejas llevar por esta desenfadada aventura, siendo la respuesta coreana a Breaking Bad y sus Pollos Hermanos. La referencia es tan clara que no hace falta decir nada más al respecto.

En cuanto al reparto, todos los actores están maravillosos, con unos histrionismos que les quedan como anillo al dedo a sus personajes, los cuales abrazan sin ningún pudor, pasándoselo en grande en el proceso. Con otros intérpretes menos inspirados no habría sido lo mismo, agradeciéndose su entrega y buen hacer.

En conclusión, estamos ante una gran comedia coreana, perfecta para pasar un buen rato, y que cumple su objetivo a la perfección, dejando la sensación de que se ha hecho con cabeza y cariño. Ojo, no es ninguna obra maestra, pero tampoco lo pretende, siendo una propuesta humilde y que sólo busca la sonrisa (o la carcajada) del espectador. Una pequeña sorpresa y una prueba más de que el cine en Corea del Sur es fascinante.

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