Malcolm & Marie – Película Netflix – Crítica – Zendaya destaca en una interminable discusión que habría quedado mejor como corto

Malcolm & Marie es la nueva producción de Netflix con ínfulas de arrasar entre crítica y público. La verdad es que tiene elementos de sobra para ello, como la presencia de dos actores (no recalcaré lo evidente…) en alza, un director y guionista aplaudido por su serie Euphoria (que no he visto) y una campaña promocional que la ha vendido poco menos que como una obra maestra que no te puedes perder. En lo que se refiere a marketing (engañoso), pocas ganan a la plataforma que nos ocupa.

Curiosamente, y a pesar de los factores expuestos, la crítica no ha quedado contenta con la cinta (a pesar de tener esos dos actores… de nuevo, no quiero ser tan evidente), lo que no es de extrañar después de su visionado, ya que se les lanza no pocos dardos durante la película, y es bien sabido que esa gente no tiene sentido del humor ni autocrítica (en lo que se podría definir como el colmo de los colmos). Pero en fin, esa es otra historia. El caso es que estamos ante otro film del montón de Netflix, por mucho que se haya vendido como una obra de arte, pero mejor vayamos por partes.

El director y guionista utiliza el blanco y negro para contarnos su historia, que es un recurso que sirve para dejarnos claro que estamos ante una obra artística y profunda, de esas que te avisan que prepares la sesera porque esto no te lo han contado todavía. Como en otros casos similares, no cuela, siendo una elección que no aporta nada al film, en un trabajo tras las cámaras que es imposible elogiar (y mira que hay esfuerzos en aparentar lo contrario, como esos planos paisajísticos), porque no destaca en absolutamente nada.

Y de el insípido trabajo de dirección, pasamos al guion, cortesía de mismo individuo, del cual no hace falta ver su famosa serie para saber que se cree mejor de lo que es (bueno, he visto Nación Salvaje, y todavía no sé muy bien qué pensar…). Y es que hablamos de una discusión que podría haber acabado a la media hora, ya que constantemente se hacen pausas, con los personajes supuestamente haciendo las paces, para poco después retomar el mismo tema una y otra vez, sacando más trapos sucios, en lo que es un recurso cansino y perezoso, con la única intención de estirar la trama como un chicle sin sabor.

Fijaos en la originalidad del guionista, que ha cogido la mejor escena de la fabulosa Historia de un matrimonio (que se rodó a todo color, porque no tenía que demostrar nada a nadie), y la ha intentado alargar de forma excesiva, con resultados que distan mucho de la otra producción de Netflix (una genialidad entre tanta mediocridad). No hace falta tanto metraje para ver quién tiene la razón y quién va a ceder (originales, lo que se dice originales, no son), en una relación tóxica en la que ambos están como una cabra. ¿Hacía falta una película tan larga? Un rotundo no.

Sí, la película tiene muy buenos diálogos, como el momento de la bañera o el speech del personaje de Malcolm después de leer la crítica a su película (aunque se ensalce la figura de personajes como Spike Lee), tocando temas interesantes como el afán de los críticos (nuevo dardo) de ensalzar obras por la raza o el sexo de sus responsables, cosa de la que se abusa en los tiempos que corren. Eso sí, luego se cae en el error de meter denuncia racial porque sus protagonistas son negros, cuando es básicamente lo que se critica. ¿Cuándo tendremos una película protagonizada por negros sin que se hable de racismo? El tiempo dirá…

El caso es que esos pequeños y notables instantes, no nos hacen olvidar lo anteriormente expuesto, hasta el punto de recurrir a silencios entre los personajes para intentar justificar esa duración. Es una pena, porque creo que podría haber quedado un corto interesante, pero las ínfulas de su director impiden que estemos ante algo estimable, siendo una cinta que juega a ser muy bonita, muy personal y muy independiente, pero acaba siendo pretenciosa y rudimentaria, sin aportar nada especialmente relevante, ni al género ni al panorama cinematográfico.

Y llegamos a lo más destacable de la propuesta, que no es otra cosa que la presencia de Zendaya, actriz que jamás me había dicho nada, pero que aquí ofrece una actuación sensacional y digna de todos los elogios, aunque tampoco se puede negar que va de menos a más, porque los primeros minutos actúa con las persianas casi bajadas. Lo que es seguro es que su interpretación es lo mejor del film. Acordaros de mis palabras: no la nominarán el año que viene, cuando su actuación es muy superior a otros intérpretes nominados, independientemente del año.

Por otro lado, tenemos a John David Washington, el cual nos vuelve a recordar que no ha heredado el carisma de su padre Denzel (un actor fascinante y único), con una actuación que no deja de ser correcta (bastante beneficiada por el personaje con el que le han obsequiado), pero que es devorado de forma despiadada por una Zendaya muy superior (tampoco lo tiene muy complicado). Me alegro que la gente se esté dando cuenta de la falta de garra del actor, porque un servidor lo lleva diciendo desde hace años (concretamente desde los inicios de Ballers). No es malo, pero tampoco merece tanto reconocimiento ni oportunidades semejantes, cuando hay intérpretes mejores haciendo cola.

En conclusión, no estamos ante una mala película, aunque si en una de usar y tirar, que se cree mejor de lo que realmente es (queriendo ir de profunda y artística), pero que finalmente no ha convencido ni a los críticos. Hablaremos de ella dos días y a otra cosa… Vamos, lo normal de una producción de Netflix. Y es que da igual lo bonito que envuelvas tu producto, que al final sólo queda la verdad. Ni más ni menos.

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