
Atrapado en el tiempo es una comedia de 1993, dirigida por el tristemente fallecido Harold Ramis (uno de los Cazafantasmas originales y director de la simpática Una terapia peligrosa o la infravalorada Mis dobles, mi mujer y yo) y protagonizada por el mítico Bill Murray y la siempre convincente Andie MacDowell. La película fue un relativo éxito de taquilla en su momento, cosechando también muy buenas críticas, no tardando mucho tiempo en obtener el merecido título de clásico de culto.
La película transcurre en el famoso Día de la Marmota (es innegable que la película que nos ocupa le ha otorgado más popularidad), concretamente el 2 de febrero, en cual el peculiar protagonista (el hombre del tiempo), revive una y otra vez el mismo día. Cada cierto tiempo la vuelvo a ver, encontrando en ella siempre matices diferentes a los de anteriores visionados, como ha sido en mi nuevo visionado y de ahí la crítica. Y es que no estamos ante una comedia al uso (como podría parecer a primera vista), de ahí que sea considerada un film de culto. Pero mejor vayamos por partes.
La dirección de Harold Ramis es la esperada en un producto de estas características (es decir, una comedia más centrada en su historia que no en artificios innecesarios), no pudiéndole reprochar nada a la cinta en lo que se refiere a los aspectos técnicos, y más teniendo en cuenta que es de principios de los 90. Destacar su acertada duración, de poco más de hora y media. Qué tomen nota otras comedias, que no es tan complicado…

No obstante, el logro de la película radica en su guion (y en la interpretación de Murray, pero ahora iremos con eso), cortesía del propio Ramis y Danny Rubin, y que es un pionero en lo que se refiere a la idea de repetir el día una y otra vez, concepto que se ha emulado en varias ocasiones, como en las recientes Feliz día de tu muerte y su secuela (ambas fallidas) o la genial Palm Springs, que es, de lejos, la que mejor ha captado la esencia de la comedia que nos ocupa.
Dicho esto, es increíble lo que ambos hacen con la historia, combinando géneros como la comedia (incluida la más gruesa, como el momento del secuestro de la Marmota), el romántico (la historia de amor funciona y tiene sentido, aunque quizás se aborde de forma algo abrupta en primera instancia) o incluso el drama, con uno de los mejores momentos de la cinta (y sí, me refiero al del mendigo). Es curioso, porque es muy conocida la disputa que hubo entre Ramis y Murray, ya que el primero quería una comedia y el segundo buscaba algo más profundo (acababa de salir de una relación), y creo que de esa guerra surgió un producto tan diferente y único como Atrapado en el tiempo.
Por supuesto, en una propuesta de este tipo se necesita un personaje con el que empatizar y que caiga bien, y qué mejor actor para ello que el señor Murray (quizás Hanks estaba ocupado, pero me sería imposible ver a otro actor en este papel). El siempre hilarante actor comienza la función con un personaje irónico y harto de todo, evolucionando hasta una persona más cercana y que sabe apreciar las pequeñas cosas de la vida. Quizás estemos hablando de una interpretación tan sensacional porque el actor salía de un divorcio y se implicó totalmente en la producción (se comenta que como distracción), pero lo que es seguro es que la cinta no sería la misma sin la presencia del bueno de Bill. Uno de sus mejores papeles, quizás el mejor.

No sería justo olvidarse de la icónica Andie MacDowell (protagonista de muchas comedias clásicas de la década de los 90), la cual ofrece un registro convincente y más que correcto, así como una serie de secundarios que cumplen con creces.
En conclusión, tampoco creo que estemos ante una obra maestra absoluta, pero sí ante una comedia redonda, a la que poco o nada se le puede reprochar, con un protagonista en estado de gracia y un guion que no se queda en lo superficial (ojo a las teorías entorno al film), ofreciendo una película que se ha ganado por derecho propio su estatus de culto. Siempre hay algo nuevo cada vez que se revisita (al igual que el protagonista), y eso es oro puro en cualquier producción que se precie.
Y termino el artículo recordando al gran Harold Ramis, el cual rompió su amistad de años con Murray (se dice que fue recíproco) debido al complicado rodaje, ya que ambos no se pusieron de acuerdo sobre el tono del film en ningún momento. Años más tarde, cuando Ramis enfermó, Murray le visitó con una caja de donuts y, como suele decirse, el resto es historia. Gracias Harold por Egon y por tus películas, como el clásico que nos ocupa. Hasta siempre.

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