
Lo voy a confesar desde un primer momento: Dani Rovira no es santo de mi devoción (aunque, por supuesto, he celebrado su victoria en su batalla al maldito cáncer, sólo faltaría). Eso no quita que sea objetivo y haya dejado los prejuicios a un lado a la hora de abordar su debut como presentador con el nuevo programa de La 1, cadena pública a la que le cuesta ofrecer entretenimientos a la altura de las circunstancias. Las redes sociales no fueron muy piadosas con el estreno (por no decir que lo machacaron sin piedad), y una vez visto el primer programa, no me extraña en absoluto, ya que estamos ante un producto al que cuesta encontrarle algo bueno.
Por un lado, se notan demasiado las similitudes y el intento de hacer un La Resistencia para la televisión pública, con una introducción que es casi calcada, y un Dani Rovira que, al igual que su compañero de profesión David Broncano (ambos comenzaron como monologuistas), hace una serie de bromas al inicio para, a continuación, presentar una serie de secciones, arropado por unos muy desaprovechados Antonio Resines (que da la sensación de que ya le da igual todo), Pepe Viyuela o Cristina Medina, entre otros. Ninguno logra salvar de la quema un programa insulso y sin gracia, a pesar de su buen hacer en otros ámbitos. Sigo sin entender el sentido de sus intervenciones, ya que Rovira podría haber cargado con el peso de todo el show, que no habría cambiado mucho la cosa. ¿Quizás atraer más espectadores?
Y hablando de artistas desaprovechados, no hay primer programa que se precie sin que se invite a gente de renombre y este estreno no es una excepción. En este caso se entrevista a Joaquín Sabina (que parece que se imita a sí mismo…) o Pablo López (aquel cantante que Risto Mejide dijo que no triunfaría en la vida…), o invitadas a las que se denomina como las «madrinas», que son actrices de la talla de Belén Cuesta, Anna Castillo, Macarena García o la siempre hilarante Silvia Abril (que mejora todo en lo que participa). Se agradece la presencia de estas últimas, pero la sensación de que no se les ha sacado el provecho esperado, es inequívoca (hay un par que casi ni hablaron). Y es que pueden traer todos los artistas que quieran, que jamás podrán ocultar los visibles problemas del show.

Respecto a Rovira, es obvio que tiene tablas y se desenvuelve como pez en el agua, pero con este cómico sucede algo, y es que no es tan gracioso como se cree (qué daño ha hecho Ocho apellidos vascos…), con un humor de lo tomas o lo dejas, siendo sus intervenciones mucho menos divertidas de lo esperado, por mucho que se pretenda lo contrario. Y no se puede obviar la interminable presentación, con infinidad de cameos. Habría que revisar cuánto han pagado a todos esos rostros famosos por asomarse por aquí, porque tela…
Tampoco ayuda que Rovira se quite el acento andaluz (cosa con la que bromea en los primeros minutos), que es algo que debe hacer feliz a gente como Pablo Motos (que seamos sinceros, tiene una obsesión con el asunto…), pero que perjudica a profesionales como Roberto Leal, que jamás se esconde y deja bien claro de donde viene en cada programa que presenta. Y no, no soy andaluz, pero si lo fuese me parecería una decisión por parte del cómico (o del propio programa) más que cuestionable.
Y bueno, ¿de qué va el programa? Pues no queda muy claro (se supone que el primero va sobre el amor), ya que tenemos un batiburrillo de temas, siendo un producto caótico y poco inspirado, que podría decirse que suena a ya visto, pero es tan fallido y esperpéntico, que lo mejor que se puede decir de él es que es único (a pesar de su intento de ser la nueva Resistencia)… Algo es algo, aunque todavía no tengo claro si eso es algo bueno.
En conclusión, estamos ante un programa fallido y prescindible, al que le auguro un corto recorrido (aunque dije lo mismo de Mask Singer, y ahí lo tienes) y que no ha convencido a casi nadie. Lo has intentado Rovira, pero no todo vale, por mucho que te rodees de gente de tanto talento. Otra vez será…
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