
Temblores (Tremors) fue un pequeño clásico de culto, protagonizado por Kevin Bacon, Fred Willard y Michael Gross, el cual generó infinidad de secuelas, comenzando un legado de directo al videoclub protagonizado por Gross, el cual regresó en 2015 con una nueva horneada junto al genial Jamie Kennedy (Randy en Scream).
Dichos films sólo se podrían calificar de simpáticos, cumpliendo su función a la perfección, a pesar de su carácter de mercado doméstico, siendo productos desenfadados con el único objetivo de entretener. Después de una quinta y sexta entrega más que loables y en las cuales Gross y Kennedy formaban un tándem con mucha química, nos llega la séptima parte, presumiblemente la última.
No tenía grandes expectativas, ya que con que me diesen lo mismo que las anteriores dos partes me conformaba, pero no puedo negar que me ha dejado un sentimiento agridulce, siendo la entrega menos lograda y un decepcionante punto y final a una saga que merecía más. La verdad es que la ausencia de Kennedy no ayuda en absoluto, siendo un error en lo que se supone una despedida de la franquicia.

El director es el mismo de la quinta y la sexta, y aunque técnicamente la cinta ofrece lo justo y necesario en un producto de estas características (los efectos especiales jamás se podrían tildar de mediocres, al contrario que en otros subproductos de la misma índole), da la sensación de que los grandes momentos de las otras estuvieron más logrados, siendo ésta una entrega más descafeinada (ausencia total de sangre y gore, por lo que la podéis ver con los más pequeños de la casa) y fallida.
La verdad es que la promesa de un entorno selvático en una isla perdida daba buenas vibraciones, notándose los guiños a clásicos como Jurassic Park o Depredador (que luego iremos con éste), quedándose finalmente todo en eso, una promesa, ya que el entorno luce bien pero se desaprovecha, funcionando mucho mejor los cambios climáticos en anteriores propuestas.
Tampoco ayuda el insustancial guion, aunque no podemos negar que el de las otras tampoco era nada del otro aquél, pero al menos te encariñabas con los personajes y había un tono de serie B que conseguía la complicidad de los que hemos crecido con películas similares de los 80 y los 90. Aquí no hay nada de eso, en una nada disimulada suerte de Depredador, en la que incluso uno de los personajes principales admite que todo es igual que en el clásico con Schwarzenegger. Nada que objetar sobre el supuesto homenaje, ya que no se esconden al reconocerlo, pero es que hay momentos calcados… o eso pretenden.

Hay personajes que vienen y van, interesándonos menos que nada, al no tener nada de garra, hasta el punto de que hay un par que se pasean por ahí y no articulan palabra, no siendo ni tan siquiera un sabroso manjar para las criaturas. Es imposible no preguntarse: ¿Qué pintan ahí? Tampoco funciona el gran protagonista, de nuevo con un carismático Michael Gross (consciente de que es su papel estrella), muy por debajo del nivel de sarcasmo y mala baba de otras partes de la saga. Obviamente no es culpa del entregado actor, sino más bien del flojo libreto.
Y como ya he comentado, perdemos al personaje de Kennedy (una excusa argumental basta para justificar su ausencia), intercambiándolo por un nuevo alivio cómico con el rostro de Jon Heder, Napoleon Dynamite para los amigos, siendo uno de esos actores que no supo gestionar su carrera, encadenando productos cuestionables hasta acabar en el que nos ocupa.

El resultado se queda en tierra de nadie, a pesar de la entrega del actor, más que nada porque es un secundario más hasta la media hora final, donde de repente acaba siendo inseparable del gran protagonista, intentando suplir el papel del hijo y forzando un dúo que no va a ninguna parte, ya que jamás llegamos a ver un vínculo entre los dos que tenga sentido alguno. Se echa de menos a Kennedy.
Y para finalizar el tema del reparto, destacar a un histriónico y desaprovechado Richard Brake, con un personaje que prometía mucho pero que se queda en nada. Una lástima. Del resto, poco se puede destacar, ya que hay personajes con potencial, pero también son un quiero y no puedo, debido a que hay demasiados, siendo un error de un guion demasiado caótico.
En conclusión, estamos seguramente ante la peor entrega de la saga, no aprovechando los recursos de los que dispone y siendo finalmente un decepcionante desenlace que la simpática saga no se merecía. Otra vez será… o no.
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