
En 2006 se estrenó Borat, comedia que se convirtió en un clásico instantáneo, obteniendo un gran éxito por parte de público y crítica. Fue precisamente por las entusiastas opiniones de estos últimos por lo que acudí al estreno con grandes expectativas. Quizás ese fuera el motivo de mi enorme decepción, en una comedia que he aprendido a querer más con posteriores visionados, pero que no creo que sea la gran película que muchos continúan asegurando a día de hoy.
Personalmente, prefiero las mucho más logradas e infravaloras Brüno o El dictador (las cuales también merecerían secuela), o la estupenda e ignorada serie Who is America, la cual ya adelanto que es muy superior a la secuela que nos ocupa. Ninguna de las producciones mencionadas cosechó el mismo éxito que la primera entrega del periodista de Kazajistán. Es una lástima, pero es lo que hay.
Pues bien, catorce años después nos llega la secuela de Borat, casi por sorpresa, ya que apenas se sabía nada del proyecto hasta hace apenas un par de meses, rodándose en el más absoluto de los secretos, aunque alguna noticia apareció al respecto, lo que hizo pensar en una nueva temporada de Who is America. De nuevo, una pena que no fuese el caso.

A pesar de lo decepcionante que me pareció la primera entrega y de que no me parece que esté entre los mejores trabajos del siempre genial Sacha Baron Cohen (un genio de la comedia, le pese a quien le pese), tenía de nuevo grandes expectativas en esta secuela, ya sea porque ha sido un año difícil y unas risas de más no le hacen daño a nadie, o simplemente porque ver al cómico haciendo de las suyas una vez más siempre es bienvenido. Las (de nuevo) positivas críticas (algunas de ellas asegurando que esta secuela es mejor que la original…) tampoco ayudaron.
Una vez vista por fin, puedo afirmar que como comedia al uso funciona, gracias a una serie de gags logrados que provocan la carcajada, pero en conjunto es una secuela demasiado tardía, que desaprovecha los elementos de los que dispone y que no siempre da en la diana, siendo un producto ligeramente inferior a la original, lo que ya es decir.
Poco se puede comentar sobre la dirección, ya que la película utiliza en casi todo su metraje el mismo formato de cámara oculta que en la anterior, por lo que hablar del trabajo del director es un tanto rocambolesco. Respecto al guion, han estado implicadas ocho personas, sí, lo repito, ocho. Con tanta gente debería haber salido una obra maestra, pero no es el caso. Está feo eso de comparar, pero en la primera entrega fueron cuatro las cabezas pensantes, y los resultados fueron muy superiores. Ahí lo dejo.

Por otro lado, que nadie espere mucha continuidad entre una película y otra, ya que hay personajes que directamente ni se mencionan y otros que se quitan de encima con una ridícula explicación. Supongo que es uno de esos casos de «o lo tomas o lo dejas», pero no me suelen agradar esas segundas partes que no respetan las bases de su anterior entrega. Será cosa mía.
Me preocupaba el nuevo personaje de la hija, ya que considero que el protagonista no necesita a un compañero de viaje, en este caso compañera, pero la verdad es que funciona a las mil maravillas. Eso es gracias al sensacional trabajo de la actriz Maria Bakalova, entendiendo perfectamente las reglas del juego y hablando de tú a tú a un cómico con la experiencia de Cohen, el cual aprovecho para decir que vuelve a estar sobresaliente. Ambos tienen una química estupenda, por lo que se agradece la decisión, siendo el personaje y su actriz la gran sorpresa de la función.
Respecto a las bromas, se ha asegurado que la secuela dispara a todos lados y se mete con todos. Una vez visionado el film, puedo confirmar que se trata de una falacia de proporciones bíblicas. Cohen solamente carga las tintas contra los republicanos (reconozcámoslo, es el objetivo fácil), cosa con la que no estoy en contra (detesto a Trump), pero que deja la amarga sensación de un posicionamiento político por parte del actor y sus responsables que no le sienta nada bien a una comedia de estas características.

Lo perfecto hubiese sido que Cohen arremetiese contra todas y todos, sin excepción. Tampoco podemos negar que el bueno de Donald llama la atención y es un chiste que se cuenta solo. Creo que estamos ante una oportunidad perdida de mofarse de otros colectivos, también denominados los ofendiditos, a los que Cohen da un respiro porque la figura de Trump lo eclipsa todo, no siendo casualidad que la película se haya estrenado apenas unas semanas antes de las elecciones americanas. Huele un poco el asunto…
Y sí, en su hora y media de duración (la primera fue más corta y precisa), hay los suficientes e hilarantes momentos para el disfrute de los amantes de lo políticamente incorrecto (culpable). Desgraciadamente, no todas las escenas funcionan, notándose cómo abordan el tema del coronavirus de forma precipitada (se nota que les pilló en mitad del rodaje), aunque con un estrafalario desenlace que cierra bien el asunto. Sin embargo, los resultados distan mucho de ser los esperados, quedándose todo un poco en tierra de nadie.
Al final, una comedia que tendría que haberse colocado en todos los tops de lo mejor del año (al menos en el mío), debido a la nula competencia, acaba siendo una más, la cual no logra el impacto de la original y que estoy seguro que muchos habremos olvidado más pronto que tarde, por mucho que sea incendiaria y toque espinosos temas como el del coronavirus.
Quizás tendrían que haber sido menos oportunistas y hacer las cosas con calma, quién sabe. Sin embargo, sirve para pasar el rato, aunque poco más, no estando a la altura de lo que se esperaba de ella, y más en un momento como el que nos ocupa. No obstante, esperando la próxima del mítico Sacha Baron Cohen.
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