Lo reconozco… le tengo un especial cariño al cómico Rob Schneider, habitual de las comedias de su gran amigo Adam Sandler (de hecho, basta revisar su filmografía para ver que ha estado trabajando todos estos últimos años en el cine gracias a él). Y eso es debido a uno de los placeres culpables de mi adolescencia, que no es otra que la desternillante Gigoló (Deuce Bigalow: Male Gigolo), que seguramente sea más mala que pegar a un padre, pero a la que recuerdo con gran estima.
Tampoco se puede negar que el actor ha vivido de las rentas de Sandler (como ya he mencionado), y que se dedicó durante años a participar en bodrios insufribles haciendo el mismo papel de siempre, con la única intención de cobrar el cheque. Pero una vez más, el cariño está ahí.
Es por ese motivo que no he querido perder la oportunidad de ver su especial para Netflix, un monólogo de apenas cuarenta minutos (que aprendan otros) y que es tan demencial y soez como cabría esperar, por lo que si alguien espera encontrar humor refinado e inteligente se ha equivocado de sitio.
Hablamos de humor fast food, de ese grasiento y chorreante, que nos hace sentir terriblemente culpables, pero que disfrutamos como el que más. El cómico no engaña a nadie, y se le podrán reprochar muchas cosas, pero al menos no ha renegado de sus inicios, dando rienda suelta a un tipo de comedia que hoy en día no es bien recibido (también llamado políticamente incorrecto). Malos tiempos los que corren…
En el especial habla del matrimonio, la paternidad, de sus partes bajas (creo que les dedica más de diez minutos, y me quedo corto), del machismo o de la diversidad impuesta en Hollywood, con un acertado dardo por parte del actor, ya que habla de sus raíces asiáticas y cómo le afectan, y no como a él le gustaría, precisamente. Por cierto, desconocía que fuera de ascendencia filipina, pero se entiende si uno se para a pensar cuántas veces ha parodiado a los asiáticos en las cintas de Sandler o como se mofa sin pudor alguno de los chinos en el monólogo. Así cualquiera…
Mención especial al final, que no destriparé, pero que supone un cierre emotivo y acertado para un especial que cumple su cometido a la perfección, sobre todo si se sabe a lo que se viene. Por supuesto, no es de los mejores shows de este estilo que se puedan encontrar en la plataforma (recomiendo especialmente el de Marlon Wayans, el cual, por cierto, también es soez y políticamente incorrecto como él solo), pero sí que suponen unos gratos cuarenta minutos, cargados de mala baba y que disfrutaremos si dejamos los prejuicios a un lado. Necesitamos más humor de este tipo y con urgencia, y en eso, el amigo Schneider no decepciona. Imprescindible si eres fan del actor y recomendable si aprecias el humor grueso.
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