Hace unas semanas tuve que ir al estanco de mi pueblo, no a por tabaco (Dios me libre), sino más bien para hacer un par de fotocopias del DNI. Mientras esperaba a ser atendido (ya sabéis, un máximo de dos personas a la vez en un establecimiento por culpa de ese maldito virus…), me fijé en las estanterías y observé que resaltaba un libro, expuesto a modo de novedad y que atrajo mi atención, no sólo por el colorido (la portada es clave a la hora de llamar la atención de los lectores), sino también por el peculiar título: Lo que jode encontrarte un calcetín desparejado. Ahí es nada.
Me quedé con semejante declaración de intenciones, llegué a casa e investigué, como suelo hacer cuando algo me llama la atención. Mis resultados me indicaron que estaba ante un libro recién salido del horno, vendido como comedia mordaz y cuyo autor fue guionista de la divertida serie Aída y cocreador de la también hilarante El Pueblo. El trato estaba más que hecho.
Seguramente en este punto os estéis preguntando por qué os he contado un rollo semejante y que quizás me podría haber ahorrado, pero considero que la cotidianidad de esta anécdota ejemplifica a la perfección lo que es este libro, ya que la mejor baza del mismo es hablar al lector de tú a tú, presentando al incauto lector una serie de hechos desde la complicidad y desvergüenza, ya que es tan básico lo que se nos relata en sus primeros compases, que supone una lectura tan fresca y cercana como distendida. Bueno, al menos en su primera mitad, pero mejor vayamos por partes.
Cuesta identificarse con el personaje principal, loser de manual, patético como él solo, y que supone un protagonista irritante y a ratos insufrible, pero algo me dice que es lo que busca el autor de la obra. Eso no impide que disfrutemos de sus cotidianas y cercanas aventuras, sobre todo con su peculiar familia, con secundarios tan hilarantes como únicos, y de los cuales se dibuja unas personalidades mordaces hasta decir basta. Atención a los diálogos, más comunes y frecuentes de lo que nos podemos pensar.
La verdad es que no se le puede reprochar nada a la primera mitad de la novela, ya que me ha parecido muy divertida (he reído en no pocos momentos) y un ejemplo de cómo se puede comunicar algo desde la vulgaridad y lo corriente sin dejar de contar algo interesante y sin abandonar una escritura ejemplar con unas metáforas bastante desternillantes. Se nota la experiencia previa de Nando Abad en el mundo de la televisión y se nota de donde viene.
Lamentablemente, y sin intención alguna de destripar el argumento a nadie, la novela da un giro de 180 grados en su ecuador, ofreciendo al lector uno de esos instantes de «lo tomas o lo dejas» y presentando una serie de hechos que rompen la tónica establecida hasta el momento y que, seguramente muchos lectores comprarán, no siendo el caso de un servidor, quedándome con la sensación de que estamos ante dos novelas en una. La verdad es que hubiese preferido que se mantuviera todo tal cual se nos había presentado hasta el momento, ya que estaba disfrutando bastante de sus páginas hasta ese instante.
No negaré que el interés en la novela se sigue manteniendo (a pesar de que las risas se apagan en el camino), y que sigue siendo un libro muy entretenido, pero me deja una sensación agridulce, ya que creo que es un salto de fe que estoy seguro que va a sorprender y disgustar a más de un lector, siendo decisión del mismo aceptar las reglas del juego.
Yo he intentado aceptarlas y dejarme llevar, pero a medida que proseguía leyendo más claro tenía que el volantazo ha sido quizás demasiado brusco, impidiéndome (al menos por mi parte) disfrutar de una novela que me tenía atrapado desde el primer momento y que me deja sentimientos tan encontrados como agridulces.
Me alegro de haberla adquirido y finalizado, pero no repetiría el viaje, siendo mi valoración final un cruce entre la sorpresa agradable (su primera mitad) y la desilusión (la segunda), en una experiencia que sigo opinando que se sale de lo establecido y merece la pena, pero que es decididamente de difícil digestión y no apta para todos los paladares.
No obstante, estoy seguro que los verdaderos amantes del humor negro y ácido sabrán reírse a carcajada limpia de sus constantes vaivenes, disfrutando de una novela diferente y más que correcta, la cual se tiene que elogiar y admirar por arriesgar, estando escrita con mucha mala leche y cierta incorrección política (lo cual siempre es de agradecer). Pero lamentablemente, y como ya he indicado, no es para todos los gustos. Y es que a veces jode encontrarte con una novela tan prometedora pero a la vez tan… desparejada.
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