Recientemente ha llegado una nueva serie documental, cortesía de Netflix (que en el campo de los documentales está sembrado últimamente), y que se diferencia del resto por tratar juicios populares pero teniendo más en cuenta su repercusión mediática. La propuesta ya es llamativa de por sí, pero estamos, sin lugar a dudas, ante una grata sorpresa, que (lamentablemente) apenas ha hecho ruido y que merece ser recomendada, porque se trata de una serie tan necesaria e interesante como fascinante.
La serie se compone de seis episodios, de menos de una hora cada uno, donde se abordan mediáticos casos donde la prensa tuvo mucho que decir y donde el público dio un veredicto antes de que el juez dictase sentencia. Hoy en día las cosas han cambiado un poco, sobre todo debido a las revolucionarias pero temibles redes sociales, pero no está de más comprobar el sensacionalismo con el que se abordaban ciertos asuntos, debido a una televisión y prensa que estaba dispuesta a todo con tal de ganar audiencia y encandilar al público.
Todos los aspectos técnicos de la producción están cuidados al milímetro, conjugando estupendamente las imágenes y vídeos de archivo con entrevistas actuales a las personas que lo vivieron en sus propias carnes, dejando que el público reflexione al final de cada episodio y saque sus propias conclusiones.
Y es que la estupenda serie no busca dar un veredicto o juzgar la situación (aunque hay casos en los que es imposible no posicionarse y se nota cuando lo hacen), sino más bien plantear el conflicto para que cada uno piense al respecto sobre lo sucedido, al rescatar juicios que quizás sean muy conocidos en los Estados Unidos pero que un servidor desconocía por completo, por lo que eso añade atractivo a la propuesta al desconocer el caso en sí.
El primer episodio, Entrevista Letal, es de los más atractivos, al abordar un asesinato que es consecuencia directa de uno de esos programas tan populares en los 90 en los que se daba una sorpresa (a veces desagradable) a algún conocido mientras millones de personas observaban el show y la más que segura humillación. Estamos ante un caso algo similar al que sucedió en la versión bastarda made in spain, que no fue otra que El diario de Patricia, y donde también sucedió una desgracia hace años.
Seguramente estemos ante el capítulo con más sustancia y cinismo, al ser un ataque indirecto (aunque tengo serias dudas de si es directo) a este tipo de programas donde todo valía y que, afortunadamente, han quedado relegados a un segundo plano, aunque ahí siguen los shows de salseo, de los cuales no importa dar nombres porque todos sabemos cuáles son. Pocas cosas cambian.
El segundo episodio, El justiciero del metro, es igual de fabuloso, ya que trata un caso complejo y con una verdad oculta, que no es otra que la defensa propia de un individuo (blanco) contra otros cuatro (negros) en un vagón de tren. La verdad es que da que pensar y demuestra que no todo es lo que parece. Una maravilla.
El tercer episodio, 41 disparos, es directamente más dramático y con menos mala baba, pero no por ello menos interesante, ya que nos cuenta la triste historia de un inmigrante que fue abatido en la puerta de su casa por cuatro agentes de policía (todos ellos blancos) con 41 disparos. Obviamente es un asunto de rabiosa actualidad y se puede relacionar sin problemas con lo que está sucediendo ahora mismo en los Estados Unidos en la era Trump. De nuevo, algunas cosas no cambian. Junto al quinto, el más necesario y prácticamente de visionado obligatorio.
Con el cuarto episodio, El rey, es cuando el nivel baja un poco, ya que se nos cuenta el caso de un empresario corrupto que tenía arte para embaucar a la gente. Quizás tuviese repercusión mediática en su momento, pero no lo he visto a la misma altura del resto y creo que desluce un poco el cómputo general, aunque no es un mal capítulo.
El quinto episodio, El bar, es duro, ya que aborda un caso de violación que recuerda demasiado a la película Acusados, protagonizada por Jodie Foster. Es otro tema que, lamentablemente, sigue estando de actualidad aunque, afortunadamente, se aprecia que los tiempos han cambiado un poco a mejor, ya que se escucha cada cosa en la hora de duración del capítulo, que madre mía. Otro episodio imprescindible y que os dejará pensando.
Por último, el sexto episodio trata sobre un político americano supuestamente corrupto, contándonos cómo la opinión pública le machacó sin piedad. Un poco superior al cuarto capítulo pero en la línea, aunque tiene elementos interesantes y su final es tan inesperado como hilarante. No sé a qué están esperando en Hollywood para hacer una película con Tom Cruise de protagonista.
Por lo tanto, estamos ante seis episodios donde cuatro de los cuales son más que recomendables y espléndidos (aunque me quedo con los dos primeros, por su originalidad y cinismo) y dos se quedan un poco más en tierra de nadie, pero tampoco sin desmerecer al conjunto final.
En conclusión, estamos ante una producción cuidada y muy lograda, que está haciendo menos ruido que la muy inferior Misterios sin resolver (más que nada porque la han vendido mucho peor…) cuando es una propuesta más que recomendable y casi de obligado visionado. Espero que tenga una segunda entrega (cosa que dudo), ya que estamos ante una de las mejores series documentales del momento. Imprescindible.
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