El mundo según Jeff Goldblum – The World According to Jeff Goldblum – Crítica – El genial actor es lo más destacable de esta simpática pero fallida serie documental

Imagen de promoción de 'The World According to Jeff Goldblum'

Tenía muchas ganas de hincarle el diente a esta serie documental, exclusiva de Disney Plus, por un simple motivo: adoro a Jeff Goldblum. Desde que le descubrí en un cine en el muy lejano 1993 visionando Jurassic Park fue algo instantáneo. Y es que su Ian Malcolm siempre ha sido mi personaje preferido de la mítica cinta de Spielberg, por méritos propios. Tampoco podemos obviar otros populares personajes suyos como el de la espectacular Independence Day (que por cierto, no es mencionada ni por error en la serie…), el clásico de culto La mosca o su hilarante interpretación en la tercera entrega de Thor: Ragnarok.

Lo que es seguro es que no podía perderme este producto, si se me permite, uno de los únicos apetecibles del pobre catálogo de Disney Plus (que tiene que espabilar a marchas forzadas, o se quedará atrás antes de lo esperado), que consiste en que el señor Goldblum presente y experimente con temas y productos cotidianos de nuestra vida, sobre los que quizás no nos hacemos demasiadas preguntas, pero sobre los cuales hay mucho que analizar y reflexionar.

La verdad es que el punto de partida es bastante interesante y más viendo quién lo presenta todo (por cierto, también productor). Lamentablemente, la serie se queda en tierra de nadie, al ser en realidad un vehículo del genial actor, descuidando otros elementos como el de entretener, por mucho que Goldblum ponga todos sus esfuerzos. Hablamos de doce episodios de menos de hora y media cada uno, algunos de los cuales se hacen excesivamente largos, cuando deberían haber sido pequeños capítulos que dejasen con ganas más, pero no es el caso.

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En la serie se habla de temas tan triviales (aunque curiosos y a la orden del día) como las deportivas, las joyas, el maquillaje, los tatuajes, los vaqueros, las bicicletas, las autocaravanas, el café, los helados, las barbacoas, los videojuegos o las piscinas. Curiosamente los tres últimos son los que más me llamaban la atención, por lo que también no deja de ser curioso que me hayan parecido tres de los más flojos (el de los videojuegos clama al cielo como desaprovechan el asunto), ya que junto al de joyas o las bicicletas (por citar dos ejemplos, pero hay más) se quedan un poco en tierra de nadie. No hay ningún episodio o asunto que dé en la diana, siendo todos una suerte de curiosidades que no van mucho más allá, por mucho que se intente.

Cierto es que dan detalles científicos muy interesantes que hacen subir enteros el cómputo final, pero tampoco logran que el viaje haya merecido la pena, ya que la propuesta tiene una gran losa, y que no es otra que depender en exceso del carisma de su protagonista. Al final de cada capítulo, Goldblum intenta reflexionar sobre lo que ha acontecido ante nuestros ojos, pero no es suficiente para justificar la experiencia.

Y es que ése es el gran problema de la producción, que lo tenía todo para ser fascinante y al final no ofrece nada nuevo, por mucho que detrás tenga un trabajo técnico irreprochable y dejando de lado sus pretensiones, que no son pocas, ya que se nota que van con la intención de agradar y de ofrecer un producto ligero de fácil digestión, pero les ha salido un producto tan curioso como intrascendente.

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Lo que es seguro es que estaríamos ante una serie documental para el olvido si no fuese por la gran labor del señor Goldblum, que se nota que se lo pasa en grande, está entregado a la causa y que confirma que lleva años interpretándose a sí mismo (su personalidad es idéntica a la que muestra en Ragnarok, con tintes de su Ian Malcolm).

Es una pena que la propuesta no esté a la altura de las circunstancias, ya que se queda a medio gas, siendo un producto tan simpático como olvidable y que, si fuese presentado por alguien sin garra ni chispa alguna, sería un absoluto desastre. La gracia está en ver a Goldblum paseando su cinismo y buen hacer por la pantalla. Fuera de eso, poco más hay que rascar.

En conclusión, si eres fan del actor o te atrae alguno de los temas o elementos que se exponen, quizás la disfrutes, pero un servidor ha quedado algo desencantado por un producto que, sin ser mediocre (más que nada porque está muy cuidado) sí acaba siendo tan fallido como decepcionante. El bueno de Jeff merecía algo más. ¿Quizás una segunda temporada un poco más elaborada y entretenida? El tiempo dirá.

 

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