Lo reconozco: tengo un pasado con los reality show. Ya me había desquitado de esa cuestionable afición a los programas de salseo y convivencia entre personas de diferentes caracteres (un clásico), cuando Netflix ha empezado a ofrecer contenido similar, pero con un empaquetado e intenciones bien distintas.
Y es que, mientras que en los realities de España se busca la polémica y la telenovela barata, los programas extranjeros de la popular plataforma suelen dar en la diana, ofreciendo entretenimiento por encima de la media y mejor de lo esperado en este tipo de productos, gracias a un contenido desenfadado y que tiene un objetivo muy claro, que no es otro que el de entretener a los espectadores que acepten las reglas del juego.
Primero probé suerte con el simpático y bien intencionado Jugando con Fuego, el cual me sorprendió por su inocencia y buen hacer. Luego seguí con la rabiosamente amena e interesante Selling Sunset: La milla de Oro, que resultó otra grata sorpresa y cuya segunda temporada puso toda la carne en el asador (por cierto, la tercera llegará en breves). Y bueno, por último me he aventurado en este reality sobre un yate de lujo y los empleados que trabajan en él, los cuales deben lidiar con todo tipo de problemas.
He decidido visionar la primera temporada (ya hay una segunda) sin nada de información, ya que, seamos claros, me fascina el verano, el mundo del mar (y de los yates…) y le estoy cogiendo el gusto a los realities de este estilo (es decir, los que buscan el entretenimiento sin cebarse con nadie, al contrario que los de Spain…). Una combinación que me ha hecho decidirme por esta serie, de la cual nadie está hablando (al menos en mi país) y que no ha hecho nada de ruido. Pues bien, estoy encantado de haberme arriesgado, ya que estamos ante una propuesta tan refrescante como entretenida.
La serie cuenta con ocho personajes principales (sin contar al capitán Lee, que cubre el cliché de jefe estricto y serio), todos ellos jóvenes y con ganas de juerga. Obviamente eso generará conflictos y situaciones para el disfrute del espectador, pero si hay algo que diferencie a este reality de otras propuestas de la misma índole (como por ejemplo Selling Sunset, que me encanta pero que se pasa de conflictos y no sabe diversificarlos), es que tiene un poco más de seriedad, mostrando con respeto lo duro que es trabajar en el mar, concretamente en un yate de lujo, donde todo debe estar perfecto y los clientes jamás aceptan una excusa (ni el capitán tampoco).
Es interesante apreciar en los doce episodios que componen la primera temporada (de cuarenta minutos cada uno, los cuales se pasan volando) este mundo en el que personas normales y corrientes deciden aceptar el trabajo para ganarse un dinero de forma digna (aunque algunas están ahí para pasarlo bien, dicho por ellas mismas…). Creo que es fascinante que te muestren el funcionamiento del yate, lo complicado que es y cómo deben estar atentos a todo para que la experiencia del cliente sea sublime, sin ningún fallo.
Es en esa decisión de priorizar la importancia del trabajo y los momentos laborales lo que hace triunfante a la serie, ya que los momentos de juerga y romances superfluos son menores que no lo que realmente interesa (al menos a un servidor) que no es otra cosa que el día a día de estos intrépidos grumetes.
En cuanto a los personajes, todos funcionan en cierta medida, aunque es una pena que algunos de ellos queden relegados a un segundo plano, más que nada por no ser individuos conflictivos que llamen la atención y a los que prácticamente ni entrevistan. Y es que es imposible negar que el núcleo de la serie es precisamente el enfrentamiento constante entre la jefa de azafatas (bastante seca e insufrible, tomando decisiones más que cuestionables) con sus dos subordinadas, una que pierde el control a la mínima que puede y otra (Sam, que es la que más minutos acapara cuando es en realidad de las menos interesantes del conjunto) que prefiere holgazanear y pasarlo bien, lo cual supongo que tendrá su atractivo para la audiencia más joven, pero a mí me pone bastante de los nervios.
Y aunque es cierto que no se abusa del conflicto entre ellas tres (al contrario que sí hacen otros productos de tele realidad), todo se ve demasiado forzado, como si los responsables del show lo buscasen intencionadamente, ya que a las protagonistas les basta bien poco para discutir y enfrentarse. Tampoco es nada que moleste especialmente, pero es una parte que se nota demasiado guionizada, restando credibilidad y buen hacer a la producción.
Quitando eso, nos quedan las rocambolescas aventuras y situaciones (hay un momento con un cliente en específico que tela…) de ocho personas que lo dan todo en una profesión que quizás no sea todo lo agradecida que debería ser, por lo que esa visibilidad se agradece por parte del programa de Netflix.
En conclusión, estamos ante una serie más que recomendable y agradable, que jamás aburre y que destaca sobre otras por saber separar las cosas y enfocarse en lo que realmente importa, sin buscar polémicas absurdas que muevan el cotarro y sin tomar de estúpido al espectador, que ya es bastante. Una estupenda propuesta perfecta para el verano.
Deja una respuesta