Te quiero, imbécil es una comedia española que pasó sin pena ni gloria por las salas de cine, y que ahora es rescatada por Netflix, haciendo que la película tenga mejor promoción, llame más la atención y vaya a ser más vista, demostrando que el futuro del cine español (y seguramente de cualquier nacionalidad) no está en las salas (como ya he mencionado en otras ocasiones), donde los espectadores no están interesados en pagar y trasladarse por productos que a priori no les llaman la atención, pero por los que sí están dispuestos a apretar el botón del play en el confort del salón de su casa. Este es otro ejemplo más.
La verdad es que no esperaba mucho de esta producción, y menos después de leer sus tibias críticas, pero su llamativo reparto (me encantan Gutiérrez y Alterio, además de tener curiosidad por ver a Natalia Tena en una película española) y su estreno en Netflix me han convencido para darle una oportunidad.
Una vez vista debo confesar que la película no engaña a nadie, ya que realmente no ofrece nada nuevo a los espectadores pero tampoco es una mediocridad sin sustancia (como sí ha ocurrido con otras recientes comedias españolas) dejándose ver, gracias a su falta de pretensiones y a la humildad de la propuesta, puesto que es bien consciente de sus limitaciones, ya que es un producto con el único objetivo de entretener y hacer reír. Y lo consigue en parte.
La dirección no es nada del otro aquel, notándose demasiado el reducido presupuesto, pero tampoco resta al conjunto final, a pesar de ser un trabajo bastante rudimentario y nada sorprendente. Eso sí, se agradece la corta duración de la película, de apenas hora y media (que aprendan otras comedias…).
El guion, cortesía de dos personas (algo innecesario, se mire por dónde se mire), tampoco ha venido a reinventar la rueda, ofreciendo una historia que todos conocemos, siendo totalmente predecible y con un final que conoces de sobra desde que comienza el film. No hay lugar para la sorpresa, desde luego.
No obstante, la película tiene su propia identidad, y aunque el recurso de romper la cuarta pared está más sobado que la barra del metro, le queda bien al conjunto final, además de presentarse unos diálogos con chispa y unos divertidos personajes, ya sea el desgraciado protagonista (que destaca gracias a un Gutiérrez en estado de gracia), la amiga de la infancia, el estrafalario personaje secundario (en este caso Alterio) o el amigo que da consejos de pena. La ex mejor la dejamos comiendo aparte, ya que apenas aporta nada al film.
Y como ya digo todo eso no sería posible si no fuese por unas entregadas interpretaciones, ya sea por un desternillante Quim Gutiérrez (como suele ser norma en sus últimos trabajos, siendo uno de los actores con más gracia de la actualidad, al menos para quien esto escribe) o una entrañable Natalia Tena, a la que no me importaría ver en más películas españolas, la verdad. Ambos tienen buena química en pantalla, elevando el cómputo final.
Mención especial a un hilarante Ernesto Alterio en otro papel excéntrico, en el que últimamente está muy encasillado, pero tampoco me quejaré de ello, porque, una vez más, le viene como anillo al dedo. Se agradece su presencia, aunque sea de invitado estrella y mucho más breve de lo deseado.
En conclusión, estamos ante una comedia tan humilde y entretenida como insustancial y del montón, pero que se deja ver gracias a su falta de pretensiones y a su inteligente reparto, ya que ha sido una labor de casting excelente, porque en otras manos el proyecto podría haber sido mucho peor. Y es que a veces un buen reparto y algún momento inspirado pueden salvar una película de la quema, como es el caso, aunque el resultado final tampoco sea para lanzar las campanas al vuelo.
Perfecta para pasar el rato… desde el salón de tu casa.
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