Pues aquí seguimos, en el tercer programa de la interesante y tensa octava edición de MasterChef, que en su corto recorrido ya está cargada de polémicas, ya sea por las injustas expulsiones o por la mala educación de los aspirantes de este año.
El programa comenzó con una prueba de verduras, de esas que la gente desprecia por feas, según los jueces. Vino de invitada Elena Furiase, ex-concursante de MCCelebrity, y que es uno de esos personajes públicos que ni emociona ni molesta, por lo que nada que objetar al respecto.
Y bueno, el cocinado transcurrió sin incidencia alguna… hasta las valoraciones, donde volvieron a hacer acto de presencia los malos humos, de nuevo por parte de Iván (que ha nacido con un palo en el c…), y con los añadidos de una Luna que es insufrible cada vez que abre la boca (es decir, todo el tiempo) y un José Mari que se cree más listo de lo que realmente es.
Jordi puso el grito en el cielo por las respuestas de algunos concursantes, destacando que era el año con más contestaciones y faltas de respeto de la historia del concurso (será por cantidad, no por calidad), aunque lo hacía justo antes de soltar media sonrisa. Esto ya no hay quien se lo crea y se nota que buscan la polémica y encender a los concursantes, ya que es cierto que las valoraciones fueron a machete, buscando esa represalia, ya que son bien conscientes del mal carácter de los concursantes de esta edición.
El explosivo casting no es casualidad, y este año están buscando el salseo y la polémica más que nunca (sin contar las ediciones de MCCelebrity). Lejos queda la crítica de Jordi Cruz en la segunda edición, pidiendo que esto fuese un programa de cocina y no un show. Muy lejos…
En fin, que las mejores fueron Luna y Ana, con dos platos bastante innovadores, aunque eso tampoco les dio grandes privilegios en la siguiente prueba.
La prueba por equipos fue en Murcia, con un reparto de equipos algo curioso, ya que fueron tres equipos, blanco, azul y rojo, con un capitán en cada uno, siendo los capitanes Teresa, Alberto y Ana. Y la verdad es que, a pesar de las dificultades de las tapas, los equipos salieron mejor parados de lo esperado, aunque no fuese gracias a los capitanes, precisamente.
Destacar que Saray sigue sin hacer ni el huevo (recalcando todavía más, si es que es posible, que es el mayor error de casting de este año), que José Marí va a su bola (demostrando que le importan sus compañeros bien poco) o que Luna está más centrada en acosar (con todas sus letras) al pobre Alberto que en cocinar y aportar algo al concurso.
El resto bien, nada a destacar, exceptuando a un Iván que fue el mejor de todos en la prueba de exteriores, demostrando que si no fuese tan orgulloso y bocazas seguramente estaríamos ante un gran concursante. Se nota que, a pesar de las malas formas, a Jordi le gusta este concursante, y de ahí que le diese tantas palmaditas en la espalda durante el cocinado de exteriores. Ha visto algo en él. Atentos.
En la prueba de eliminación Iván tuvo la ventaja de salvar a alguien, y fue ese generador de memes que es Fidel (el más divertido de este año), aunque le duró bien poco la alegría, ya que Iván tenía que mandar a alguien a eliminación y fue de nuevo Fidel, en un movimiento bastante sensato y lógico, aunque hubiese sido un giro maravilloso que bajase él. Habría quedado genial. Otra vez será.
Por otro lado, tampoco entiendo la necesidad de Andy de dejar claro en todo momento que es un estratega y que está ahí para ganar, no para hacer amigos. Cierto es que los jueces le buscan ese tipo de confesiones, pero no le hace ningún bien hacer ese tipo de comentarios, ya que corre el riesgo de convertirse en el villano de este año. De hecho las redes sociales ya le repudian. Una lástima, porque para un servidor tiene maneras para llegar lejos.
Por cierto, aprovecho para dejar bien claro que no entiendo porqué dejan a Andy de pretencioso por sus platos, cuando el muchacho busca la alta cocina y la modernidad, y realmente es lo que ofrecen los tres jueces en sus cocinas, por mucho que digan. Es mi opinión.
Y bueno, la prueba era con pollos y el bueno de Jordi Cruz se puso a deshuesar uno con los ojos vendados, dejando bien claro porqué tiene tres estrellas Michelín. Es un genio en lo suyo, y te caiga bien o mal (a mí lo primero) eso es irreprochable. Una master class, nunca mejor dicho.
La prueba de eliminación consistía en dos pruebas, la primera (de tiempo más reducido), como no, de deshuesar, y los mejores fueron Teresa y José Mari, ya que el resto hicieron una carnicería, nunca mejor dicho. La segunda prueba consistía en cocinar el pollo de cuatro formas distintas, en lo que parecía una prueba sencilla pero no lo era, desde luego.
La verdad es que me puso de los nervios la pobre Rosa, ya que todo el rato se le quemaban los platos, debido a los nervios. Se mascaba la tragedia. Y bueno, no hubo sorpresas, ya que pocas veces se suele salvar el concursante al que los nervios le juegan una mala pasada. En efecto, la expulsada fue Rosa (aunque Fidel estuvo en peligro… aunque dudo que el programa sea tan tonto de expulsarle tan pronto), lo cual es una pena, porque era de las mejores concursantes de este año, sobre todo gracias a su temple y buen hacer.
Y bueno, veremos qué nos depara el concurso la semana que viene (el tráiler promete), aunque ya me sobra Saray, no sólo por cargante y vaga, sino también porque no sabe de cocina. Por cierto, quien quiera saber qué busca realmente esta mujer sólo hace falta un poco de búsqueda en Google. Está claro que hay hambre de tele, más que triunfar gracias al esfuerzo y a la cocina. Dicho queda.
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