Sinceramente, no tenía mucha intención de ver esta nueva adaptación de la novela y el mito, pero las recientes y estupendas críticas profesionales me han convencido, ya que la dejaban de poco más que una miniserie magistral, afirmando que es la mejor adaptación desde esa maravilla rodada por Coppola en 1992, cosa que, seamos sinceros, tampoco era muy difícil.
Pues bien, gracias a Netflix (ya que es exclusiva de la plataforma, al menos internacionalmente) he podido visionar sus tres únicos episodios (ya que se trata de una miniserie). Si puedo describir a la serie con dos palabras seria arriesgada pero pretenciosa (y por qué no decirlo, fallida). Y es que estamos ante una reinvención del personaje, que enfadará a los más puristas y amantes de la novela original. Si eres de estos, te advierto que te vas a tirar de los pelos (si es que los tienes) en más de una ocasión, ya que los creadores hacen lo que les da la gana en casi cada momento.
Y es que Mark Gatis y Steven Moffat son unos traviesos. Son también los responsables de la serie Sherlock, que hasta su temporada cuatro podía afirmar, sin pudor alguno, que estaba en mi top cinco de mejores series de la historia. Y es que aquélla tiene dos primeras temporadas magistrales, una tercera correcta pero decepcionante y una cuarta bastante innecesaria y olvidable.
La cualidad de estos dos señores es, a la vez, lo mejor y lo peor que pueden ofrecer, que no es otra cosa que los giros de guion. Es un recurso que les funcionó muy bien en las tres primeras temporadas de Sherlock, pero que les falló, de forma estrepitosa, en la mencionada cuarta entrega. Y es que no es lo mismo ser ingenioso que tramposo. Lamentablemente, trasladan a su nuevo proyecto lo peor de ellos, entregando giros de guion que si sorprenden es porque son absurdos y sinsentido, no por otra cosa.
La dirección del dúo (y demás involucrados) es prácticamente impecable (aunque en el último episodio hay un efecto especial digno de la peor serie Z), ya que técnicamente la serie luce muy bien y se nota el cuidado y mimo en los detalles, como ese tétrico castillo o la ambientación de la época. Por ahí bien.
Es una pena que los guiones no estén a la altura, ya que, si bien es cierto que la serie quiere ser original, ofreciendo riesgo y diversión (con todo lo que ello conlleva), esos mencionados giros imposibles (e innecesarios) resienten el conjunto, aparte que la serie es demasiado pretenciosa, siendo más obvia de lo que pretende, habiendo incluso algún apunte predecible, como la identidad de cierto personaje.
Sin embargo, este Drácula es oro puro, con unos diálogos fabulosos y un carisma indudable, ofreciendo a un villano desternillante y cruel, que atrapa desde el primer momento. Y, sinceramente, creo que parte de la culpa (en el buen sentido) la tiene un sobresaliente Claes Bang, que ofrece una interpretación brillante y cautivadora.
Es sorprendente como muchos espectadores (o directamente gente que ni se ha molestado en ver la serie) le ha criticado por su físico o por ser un conde casposo (por la apariencia, no por otra cosa), cuando es obvio que se buscaba a un digno heredero de los actores de antaño (como el señor Lee), aportando elegancia, pero con un tono macabro y sádico que le viene como anillo al dedo. Sin él la serie perdería muchos enteros, y por eso es lo mejor de la misma.
Y ya que hablamos de reparto, (casi) todos cumplen en los tres episodios, pero conviene destacar a una también estupenda Dolly Wells, en un papel nada sencillo y lleno de matices. Atención especial a los acentos de ambos (la he visto en versión original).
Y bueno, cada episodio dura hora y media y podría decirse que es una historia en sí, aunque el final de cada capítulo conduzca al siguiente. Valorarlos en detalle sería entrar en spoilers, por lo que me limitaré a decir que el mejor es el primero, que es el que sigue (más o menos) el discurrir de la novela, y ofrece algunos momentos bastante hilarantes y logrados, además de terroríficos, pero el resultado final tampoco es nada del otro aquel.
El segundo se deja ver, pero desaprovecha la oportunidad de desarrollar el misterio presentado, y al final se queda en correcto y curioso, pero poco más, con un final interesante, que es desaprovechado totalmente por su horrendo tercer episodio, que no hay por donde cogerlo, y donde uno no sabe qué demonios querían transmitir o explicar los creadores, ya que fallan estrepitosamente al cerrar la miniserie con un capítulo insulso, mediocre y que mancha el nivel de la propuesta, que tampoco era para echar cohetes.
En conclusión: ¿Es una mala serie? No, pero no pasa de correcta (a pesar de elementos positivos como algunas ideas y sus dos protagonistas). ¿Es la genialidad que los críticos están diciendo de ella? Pues tampoco, y la verdad que no entiendo su entusiasmo, a no ser que se hayan sorprendido por una propuesta tan bizarra y desmelenada del mito, pero eso no quiere decir que los resultados sean los más óptimos, siendo más bien un experimento fallido.
Y es que me temo que Gatiss y Moffat han perdido su toque, y la genialidad que mostraron en las dos primeras temporadas de Sherlock, que podría haber sido una serie perfecta, y al final se vio perjudicada por una última temporada bastante lamentable. En fin, se agradece el intento y las ganas de revolverlo todo y ofrecer algo diferente, pero eso no quiere decir que tengamos que aplaudirlo como algo único, porque no lo es.
Dos primeros episodios tan entretenidos como correctos, pero un tercero que mancha el resultado final, en una serie interesante que, sinceramente, dudo que sea recordada con el paso de los años. Y es una pena, porque entre su actor protagonista (que ha nacido para el papel), la calidad técnica y la guasa del conjunto había material de sobra para que las (engañosas) críticas aparecidas hasta el momento tuviesen su justificación y su razón de ser. Otra vez será.
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