No tenía ninguna intención de ver este proyecto, hasta que los Globos de Oro la han nominado a mejor drama y a sus dos mejores actores, uno principal y otro secundario. Esto último lo entiendo, porque las interpretaciones de Pryce y Hopkins son lo mejor de la película, pero lo de mejor película me cuesta entenderlo. Y es que estamos ante un telefilm de sobremesa, de esos que ves con interés, pero que habrás olvidado a los días. Del montón, vaya.
La curiosa premisa de la película nos presenta el debate entre los dos Papas, que son Benedicto XVI y Francisco, uno más tradicional y de mente cerrada y otro más moderno y progresista. Como las dos Españas, vaya. Ese conflicto y discusión entre ambos personajes está bastante logrado y mantiene el interés, aunque se haga una caricatura descarada del personaje de Benedicto, el cual no queda muy bien parado, por cierto (al menos en la primera mitad del film).
Lamentablemente, ese duelo entre los dos protagonistas queda en un segundo plano demasiado pronto, por un lado, para contarnos el pasado de Francisco, haciendo que el film sea más rudimentario de lo que cabría esperar, y por otro lado porque la amistad y la camaradería entre ambos personajes llega demasiado pronto, haciendo que todo sea demasiado blanco y banal a partir de la mitad del metraje, como si en vez de un duelo estuviesen protagonizando la típica película de amistad entre dos personas distintas, como la sobrevalorada Intocable…
Y es que, si se hubiese mantenido el prometedor inicio del film, estaríamos hablando de una cinta notable, pero al final no deja de ser un telefilm de sobremesa, de esos de las tardes de Antena 3, que quizás tenga un par de elementos destacables, pero que aporta bien poco al panorama actual.
La dirección de Fernando Miralles es decididamente insípida, notándose que no estaba muy interesado en ofrecer mucha calidad técnica, aunque se agradecen (y sorprenden) las escenas en el mismo Vaticano, aunque claro, estoy seguro que para conseguir eso habrán tenido que sacrificar otras cosas, como incidir de forma más crítica en un par de momentos, ya que, aunque hay sinceridad en la propuesta, la cosa se queda a medias y se nota que no han querido ser polémicos y transgresores, en un producto a medio gas que podría haber dado más de sí.
En cuanto al guion, es tal cual lo que he comentado, ya que obviamente esto ha pasado por el filtro del Vaticano, y si ellos han dado el visto bueno es que las cosas no se han hecho tan bien como cabría esperar. Era una buena oportunidad para destapar las vergüenzas de esa institución, pero se ha perdido la ocasión, de nuevo, para poder rodar en el Vaticano y tener su aprobación. Y es que no se puede contentar a todos, porque al final te quedas en tierra de nadie.
Los diálogos entre los protagonistas no están mal, pero tampoco son el colmo de la originalidad, y es por esos aspectos por los que me resulta incomprensible la nombrada nominación a los Globos de Oro. Me parece que algo ha habido detrás… pero ésa es otra historia.
Y es que lo mejor de la película son las geniales interpretaciones de Anthony Hopkins y Jonathan Pryce. El primero ha sido mucho más aplaudido, y es uno de esos actores que podría leer la programación de TV del periódico que seguirían siendo interesantes, pero creo que la actuación de Pryce no le tiene nada que envidiar, ya que éste está comedido, entrañable y más que convincente, componiendo un personaje lleno de matices y muy interesante. Atención a su acento argentino, cuando es inglés de nacimiento.
Ambos intérpretes elevan el nivel de la propuesta, haciendo que parezca mejor de lo que realmente es. Sin ellos estaríamos hablando de una tv movie de la que poco se podría rascar, aunque jamás considerándola como un producto mediocre.
En conclusión, la dirección y el guion no son nada del otro mundo, pero sus dos estupendos protagonistas hacen que mantengas el interés en una propuesta tan interesante y simpática como intrascendente y, por qué no reconocerlo, algo olvidable. Correcta, sin más, además de una oportunidad perdida de hacer una crítica más feroz sobre una institución que necesita todavía muchos cambios.
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