En 2004 nos llegó un arriesgado, curioso, interesante, hilarante y necesario documental de la mano del carismático Morgan Spurlock, en el cual este mismo tenía que comer McDonald’s todos los días, durante un mes.
El documental arrasó, siendo un clásico casi instantáneo (aunque hoy en día está algo olvidado) e incluso fue nominado a los Oscars, como mejor documental. A mi juicio se trata de un documental único e inquietante (y que vi en su estreno en cines junto a los amigos… para irnos después a cenar a un McDonald’s…), cargado de mala baba y humor grueso, pero que pierde en cada nuevo visionado (y por mi parte ya son varios), ya que se pierde el factor sorpresa.
Pues bien, quince años después nos llega un nuevo documental de Spurlock, vendido como una segunda parte, lo cual no es cierto, usándose por puro marketing para vender más entradas. Sí, en esta ocasión también se aborda la problemática de la comida basura (apareciendo McDonald’s como si se tratase de un cameo…), pero se centra más en el pollo y en como las cadenas de comida adornan sus productos.
A primera vista la nueva trama a abordar no parece muy interesante, y es que, a pesar de lo entretenido del conjunto y algún momento logrado, no lo es. En esta ocasión el bueno de Spurlock ha orquestado un documental menor, demasiado deudor de su antecesor y que se queda en tierra de nadie.
Se le reconocen las buenas intenciones al bueno de Morgan, pero es que la historia trata sobre cómo compra un restaurante de comida rápida, para denunciar el maltrato a los pollos, para finalmente comprarlos, sacrificarlos, venderlos como sándwich y finalmente defender y aplaudir a las granjas de pollos y sus responsables. Siento el spoiler, pero si sois veganos o animalistas os acabo de ahorrar más de hora y media de película. Yo sigo sin encontrarle la lógica al asunto.
Es cierto que hay partes rescatables e interesantes, como la crianza de los pollos, cómo vender una marca, cómo montar un negocio o como las grandes compañías toman el pelo a los consumidores con palabras como crujiente, 100% natural u orgánico, pero es que ya no es lo mismo y el director ha perdido su toque.
Es bastante sorprendente que quince años después el nuevo documental de Spurlock sea muy inferior a su obra magna, y nos traiga un producto tan flojo y carente de chispa, porque como documental cumple y se deja ver, pero como secuela de aquella… como que no. En esta ocasión no tenemos ni canción pegadiza (que era una delicia en el anterior documental).
Y es que uno no sabe muy bien a dónde quiere ir a parar el director y protagonista, una vez salen los créditos finales, dejando la sensación de que tuvo una idea y quiso aprovechar el éxito de su clásico sobre McDonald’s, pero con resultados más que cuestionables.
No es una pérdida de tiempo y funciona para una tarde aburrida o si se quiere saber más sobre el asunto que expone, pero finalmente no deja de ser un documental fallido y menor, que en realidad no ha interesado a nadie (ha pasado muy desapercibido) y que no ha rozado, ni por asomo, el éxito del documental de 2004.
En conclusión, estamos ante una película que intenta aprovecharse del éxito de la original, pero que se queda en una declaración de intenciones, tan entretenida como innecesaria (y más viendo el destino de los pollos). Si te gusta la primera parte o el tema de la alimentación, quizás le encuentres su punto. En caso contrario, no se te ha perdido nada. Correcto, pero muy decepcionante.
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