Hace unas semanas os traje mis primeras impresiones de la cuarta edición de MasterChef Celebrity, la cual ya pintaba realmente mal. MasterChef es un concurso que comenzó de forma tibia y sin hacer mucho ruido (la primera edición por poco se convierte en un sonoro fracaso) y que poco a poco fue encontrando su lugar, regalándonos ediciones (de anónimos) para el recuerdo (como la tercera o la quinta, por ejemplo).
También tenemos la edición Junior, pero de ésa poco se puede rescatar, la verdad. Quizás alguna edición simpática, pero poco más, siendo la parte más débil del programa y que debería tener un descanso, porque satura y ya no aporta nada al panorama.
Viendo el éxito cosechado, alguien tuvo la genial idea de hacer un MC de famosos, y así nació el programa que nos ocupa. Las dos primeras ediciones (sobre todo la segunda, gracias a su estupendo casting) fueron dignas de recordar, tan divertidas y entretenidas como emocionantes.
Un triunfo que se sacrificó en pos de un show digno de Telecinco. Y es que en la tercera edición (y pensando en las audiencias y no en la calidad) se olvidaron de la pieza clave del concurso, que es cocinar, y decidieron fichar a personajes de dudosa clase y moral como la señora Lomana o la Dell’Atte, auténticas villanas dignas de un cuento cruel y tétrico.
No obstante, y gracias a su variopinto casting y a las polémicas, la tercera edición fue un tremendo éxito, demostrando que el público prefiere el teatro y las broncas que no la diversión o la cocina, que es por lo que estábamos algunos. No obstante, la edición no fue un desastre y resultó (en honor a la verdad) bastante entretenida.
Pues bien, para la nueva edición también han querido repetir el éxito de la anterior contando con divas como la Obregón o (y esta sí que es insufrible) la Berrocal. Con la primera les ha salido rana, porque sólo aguantó un programa y se notaba que no estaba a gusto. La otra… terrible, pero luego iremos con ella.
El caso es que, después de un primer programa postizo y carente de garra, la cosa ha ido a peor (si es que eso era posible). Por un lado, se nota que los jueces han dejado de lado la cocina y han apostado por el espectáculo barato (entiendo que son órdenes de arriba). Da pena ver a dos chefs reputados como Jordi Cruz o Pepe Rodríguez riéndole las gracias (y los platos) a gente como Los Chunguitos (que saben menos que la Lomana de cocina) cuando a otros los han humillado por menos.
Y sí, se nota que han dejado la profesionalidad a un lado, y han preferido cobrar pasándoselo en grande y sin grandes esfuerzos, pero han prostituido su alma y buen hacer, siendo cómplices de un programa caótico y sin rumbo. De Samantha no merece la pena decir mucho, ya que sigue igual de sobreactuada y carente de carisma como en sus inicios. ¿Por qué sigue en la tele? Ah sí, que es rica y famosa. Nada más.
Pero el motivo de este artículo no viene por la dejadez y desfachatez de los jueces, más bien viene por lo que está sucediendo últimamente, ya que esto se ha convertido en el Lejano Oeste, siendo un circo sin normas y donde todo vale. Tampoco ayuda tener a uno de los concursantes de este año diciendo que todo es teatro y está preparado. Por poner un ejemplo claro, tenemos lo mucho que han durado Los Chunguitos sin saber freír un huevo.
Es obvio que personajes como éstos no han pisado una cocina en su vida (el programa ya no exige unos mínimos, lo cual es muy triste), pero es que se nota que han hecho mil tretas para evitar que acabasen en la prueba de eliminación, y así salvarlos semana tras semana.
Menos mal que los espectadores que comentan en las redes sociales tienen algo más de sesera, y son conscientes de la desvergüenza del programa al dejar llegar tan lejos a estos hermanos sin gracia, que, por cierto, por lo que he leído, nadie se la ve (muchos estaban deseando su expulsión).
Es curioso, porque siguen protagonizando concursos sin parar, cuando ya nadie esboza una mísera sonrisa con sus bromas sin gracia. Del racismo y homofobia que pasearon en GH VIP ni pío. Luego bien que criticamos a otros, cuando estos dos son lo peor. Ahí los tenéis, pero por fortuna ya han desaparecido (hacerlos durar más era imposible y demasiado bochornoso).
Por lo tanto, el tongazo ha sido más que evidente, con el enfado del espectador con sesera, que asistió, atónito, a como los chungos superaron una prueba de equipo tocando la guitarra. Como lo leéis. No hicieron nada, cuando a otros los han llevado a eliminación por menos. Lamentable.
Y para más inri, Los Chunguitos fueron expulsados en otra maniobra forzada del concurso, ya que Juan (el más inepto de los dos y al que menos se le entiende al hablar) fue directo a la prueba de eliminación con una decisión sacada de la manga en la prueba de exteriores. El teatro montado alrededor de dicha decisión es de juzgado de guardia.
Tan sencillo como que ese señor tenía problemas de espalda y quería irse ya, y MC se lo ha puesto en bandeja, por fin, ni más ni menos. Pero ojo, que cuando le expulsaron, su hermano José dijo que también se iba, en un espectáculo bochornoso pero aplaudido por todos, cuando en su momento se crucificó a María del Monte por algo similar (muy merecido, por otro lado). ¿Es casualidad que una semana antes entren dos nuevos concursantes (Alonso y Boris) y ahora suceda esto? ¿No es obvio que ya lo tenían orquestado de la forma más patosa posible?
Uno se pregunta dónde está el límite, ya que toman por tontos a los espectadores y no sé hasta qué punto merece la pena jugar con su paciencia. Lo que es seguro es que no te puedes fiar de un Salazar jamás, ya que las Azúcar Moreno (hermanas de este par) hicieron algo parecido en Supervivientes, al abandonar antes de tiempo. ¿Por qué siguen llamando a estos cuatro en las televisiones? Misterios de la vida…
Como ya he indicado, nos libramos bien pronto de la Obregón, que con dos comentarios ya demostró que clase de persona es (lo digo claramente, egocéntrica y diva… en el mal sentido). Pero los responsables de este show no contentos con ese fichaje, han apostado por una de las personas con menos talento y gracia de este país: Vicky Martín Berrocal.
No hay nada peor que una persona que no tiene ni pizca de gracia, pero se cree que sí, y eso es lo que sucede con esta trasnochada señora, que no para de dar la nota. No habría problema con eso, ya que es obvio que le han pagado por hacer show, pero es que encima pasea unas malas artes y una falta de educación que dan miedito. Afortunadamente, de nuevo, las redes han tomado nota y nadie la traga, deseando todos los que sufrimos esta insufrible edición que se vaya cuanto antes mejor.
Un error de casting, que no aporta nada (bueno sí, disgusto) y que tenemos que sufrir los pobres espectadores. Fuerza, compañeros.
La gota que ha colmado el vaso ha sido el regreso de Anabel Alonso y Boris Izaguirre. No me malinterpretéis, ambos son buenos concursantes (bueno, Boris hace lo que puede con el tema cocina, pero al menos tiene nociones básicas) y me caen bien, pero esta maniobra del programa se salta las normas hasta límites insospechados y no tiene ningún sentido.
¿Explicaciones? Ninguna. Parecía una broma, pero al final se quedan y son concursantes de pleno derecho (con opción a premio y todo), lo cual es injusto, ya que tienen más experiencia que el resto (llegaron muy lejos en sus ediciones) y ya saben de qué va la cosa.
También es injusto para antiguos compañeros, ya que ellos han sido los elegidos en contra de ex concursantes que quizás hubiesen repetido sin pestañear. ¿Con qué vara de medir se ha decidido? ¿Por qué ellos dos? ¿A qué viene este extraño y descarado movimiento? Muchas preguntas y ninguna respuesta.
En fin, que esto ya no hay quien se lo trague. Al final se ha confirmado lo que muchos nos temíamos: esto ya no es de cocina, es un Sálvame en la Televisión Pública. ¿Era necesario? Pues no, porque un servidor disfrutó mucho con las dos primeras ediciones, pero este es el nivel y ya no hay vuelta atrás. Crónica de una muerte anunciada. Se veía venir.
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